Las primeras
manifestaciones de pintura en Roma tienen origen gracias a las repercusiones
artísticas etruscas y griegas, ya que estas ejercieron una fuerte influencia en
aspectos culturales y artísticos. Concretamente, esta pintura se sitúa
alrededor del 323 a.C, en el periodo Helenista, durante la república romana.
Estas obras tendían a ser tratadas en vasijas, tabla, pero sobre todo en
paredes, en forma de mural. Los murales eran muy habituales en lugares como
palacios, edificios públicos y viviendas de ciudadanos adinerados. Los temas
que se representan suelen ser muy variados, destacando el paisaje, los
retratos, las imitaciones arquitectónicas, y a menudo, manifestaciones
culturales. Sin embargo, la naturaleza y la mitología también son frecuentes,
sobre todo en murales y vasijas.
Además,
también se desarrolla el mosaico caracterizado por la unión de pequeños materiales
como piedras, cerámica o vidrio que, tras unirlas mediante yeso u otro
aglomerante permite formar composiciones decorativas. Los mosaicos fueron
incorporados en Roma situándolos originariamente en los suelos de diversos
edificios (viviendas, palacios, templos…), no obstante, en la época Bizantina,
su incorporación a los murales fue aumentando, sustituyendo incluso a la
pintura en fresco.
La mayor
expresión de estas obras romanas se sitúa en la ciudad de Pompeya y Heraculano,
dos ciudades italianas que fueron arrasadas por el volcán Vesubio en el año 79
d.C. Tras esta catástrofe la ciudad quedó destrozada y, gracias a la
superposición de grandes cantidades de cenizas y polvo estas obras se
encuentran en perfecto estado, al igual que algunos objetos y personas que fueron
devoradas por el material volcánico. Gracias a este acontecimiento y a la
importancia que ejercía Pompeya en aquella época, es allí donde se han
encontrado una mayor cantidad de pinturas y mosaicos de carácter romano.
Además, también se encuentran obras en otros lugares como el Palatino de Roma,
Stabia, la necrópolis de El-Fayum en Egipto y otras muchas ciudades que fueron
propiedad de Roma.
Gracias a
todos aquellos hallazgos descubiertos tras las excavaciones de pinturas y
mosaicos romanos, se han reconocido varios estilos diferentes. El primer
estilo, denominado “Estilo de incrustación” se sitúa entre los años 150-90 a.C.
Este estilo se caracteriza por la imitación de bloques de mármol y otros
materiales ricos para aparentar fortuna
y suntuosidad. Además aparecen otros motivos decorativos como capiteles y
arcos. El segundo estilo, denominado “Estilo arquitectónico” se encuentra en torno
al 90-25 a.C. Aproximadamente, coincidiendo con la fundación de la ciudad de
Pompeya. Se caracteriza por, además de imitar la estructura arquitectónica, intentar buscar una mayor profundidad y
perspectiva haciendo que, de este modo, las habitaciones parezcan mas amplias.
Además, solían representarse ventanas falsas que eran pintadas con un paisaje
de fondo. El tercer estilo, denominado “estilo ornamentado” se desarrolla entre
el 25 a.C hasta el 40 d.C aproximadamente. Se caracteriza por representar los
detalles arquitectónicos de forma menos detallada, en el cual ya no hay perspectiva.
Es un estilo menos realista y más fantástico, donde los murales de dividen
mediante columnas adosadas y refinadas (pintadas de forma poco realista)
componiendo una escena con temas mitológicos. Los colores son más intensos y se
incorporan con más frecuencia elementos animales, vegetales y objetos como
candelabros y otros detalles. El cuarto estilo, denominado “estilo intrincado”
o “estilo ilusionista” se desarrolla a partir del año 40 d.C. Este estilo se
caracteriza por la mezcla del tercero y el segundo. En él, aparecen escenas
mitológicas e históricas que presentan un gran peso decorativo y una creciente importancia
respecto al paisaje, que incorpora elementos como cortinas y telones. La
impresión que transmite es la de una fantasía irreal y recargada, donde los
personajes aparecen representados a menudo con máscaras, cintas y guirnaldas. También existe un estilo llamado “estilo
pompeyano” donde predomina la belleza, el estilo, la gracia, delicadeza y
fantasía del dibujo. En él, se estilizan las figuras vegetales, y mediante el
uso de colores vivos y luz se refleja el espíritu bullicioso, elegante, frívolo
y voluptuoso que representaba el espíritu de la sociedad.
En aquella
época, el pintor era considerado como un artesano y su prestigio no era tan
superior como en periodos posteriores, fue en el románico donde el pintor
comienza a ganar prestigio. Sin embargo, sus obras ya eran imitadas desde los
tiempos más remotos. La pintura sobre tabla romana se inspira en la cultura
griega, sin embargo su conservación no ha sido muy abundante debido a que se trata
de materiales perecederos. En ella destacaban los retratos, habitualmente de
personas jóvenes, y su redundante representación de personajes ya fallecidos a
los cuales se les idealizaba. También destacaban sobre todo la pintura en
fresco. Esta pintura se realizaba sobre una pared cuya superficie ha sido
recubierta por cal, polvo de mármol, y por último, pigmentos para realizar la
obra. Esto permitía que el dibujo permaneciese indeleble (lo cual a menudo suponía un inconveniente ya que no
permite ningún fallo), y una expresión de color duradera. Sin embargo, este
proceso era muy duradero debido al tiempo de secado tras el recubrimiento de
cal y la imposición de los pigmentos colorantes.
Además, los romanos distinguían sus murales según su tamaño,
su lugar de destino y dibujo. El Opus vermiculatum se caracterizaba por ser de
origen egipcio y estar compuesto por teselas, es decir, los pequeños materiales
que constituían la obra, de un tamaño muy pequeño. El tamaño de estas piedras
permitía al artista un mayor realismo en cuanto a las curvas y las formas del
paisaje, sin embargo, también presentaba el inconveniente de tratarse de una
obra mucho más trabajosa. Este tipo de mosaicos se encontraba únicamente los
suelos. El Opus musivum se caracterizaba por ser una obra que se encontraba en
las paredes. El Opus sectile, utilizaba piedras de tamaños mayores y variados.
Además, se recortaban placas de mármol de diversos colores para componer las
figuras y se encontraba tanto en suelos como en murales. Por último, el Opus signinum tenía origen en Signia (en la
región de Lacio), donde existían muchas fábricas de tejas. Allí obtenían un
polvo coloreado que, al mezclarlo con cal,
originaba un cemento rojizo e impermeable con el que formaban las
teselas de los mosaicos. Además, este material era utilizado para el
recubrimiento de piscinas, aljibes, etc. Unos ejemplos de murales romanos son
la Batalla de Isso y las cincuenta viñetas de Virgilio.