martes, 16 de mayo de 2017

SEÑORITAS DE AVIGNON- PABLO PICASSO

Las señoritas de Avignon- Pablo Picasso
A finales del verano de 1907, Picasso acaba un cuadro inmenso que ha comenzado varios meses antes. Casi seis metros cuadrados de lienzo y cientos de dibujos y estudios preparatorios. Pero, de momento nadie conoce esos detalles. Pablo se ha encerrado en su taller para hacer este cuadro y ha prohibido la entrada a todo el mundo…y entonces, un día, abre la puerta del taller a sus amigos. Estupefacción, conmoción, consternación. No hay palabra lo bastante fuerte como para transmitir la impresión de sus amigos más próximos ante el nuevo cuadro. A pesar de que están habituados a la pintura de Pablo y son siempre los primeros en defenderla, esta vez verdaderamente… la desaprueban categóricamente Matisse, ¡el gran pintor está furioso! Georges Braque mismo, un amigo reciente dice “¡Es como si quisieras hacernos comer estropajo o beber petróleo!”. Hasta Apollinaire, que suele ser incondicional. Critica a su amigo. Le aconsejan dedicarse a la caricatura. Una sola excepción ante este concierto de gritos furiosos: el joven coleccionista Daniel-Henry Kahnweiler. A él le gusta el cuadro desde su primera visita e inicia una amistad con Picasso que durará toda la vida. Kahnweiler se convertirá en uno de los principales marchantes de arte moderno del siglo XX. Nada perturbará su amistad seguirán reuniéndose en el restaurante La closerie des Lilas. Picasso como los demás adora estas charlas y discusiones semanales recalentadas con algún licor fuerte. Picasso concurre en compañía de Fernande Olivier, envueltos en grandes abrigos por el duro invierno de 1907”- Marie-Laure Bernadac, Paule Du Bouchet Picasso, genialidad en el arte.
Es justo en este momento, donde Picasso presentó, su por entonces, obra sin título a sus amigos y pequeño círculo artístico, provocando una verdadera conmoción y asombro e incluso burla, y por tanto, siendo duramente criticada e incomprendida tanto por artistas y coleccionistas como por los críticos de arte más vanguardistas de la época. Según escritos, fue su amigo Apollinaire quien le dio el título de “El burdel filosófico” y después André Salmón lo evoluciono a “Les demoiselles d’ Avinyó”, una calle de Barcelona, en la que había prostíbulos. Salvo estos amigos, nadie más conocía tal calle y por tanto empezó a confundirse Avinyó, con nombre de la ciudad francesa de Avignon.  Actualmente, conoces esta obra como “Las señoritas de Avignon”.
Las señoritas de Avignon, es un cuadro del pintor español Pablo Picasso pintado en 1907 al óleo sobre lienzo y sus medidas son 243,9 x 233,7 cm. Se conserva en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, tras un periodo de tiempo de 17 años en los cuales los 9 primeros se mantuvo bajo el resguardo, y ocho años después fue vendido por un precio no muy elevado. A principio de los años 20 fue adquirida por Jacques Doucet y exhibida en 1925 en el Museo del Petit Palais, poco tiempo después lo compró el Museo de Arte Moderno de Nueva York. Esta obra es considerada el inicio del arte moderno y pertenece a las vanguardias pictóricas del siglo XX.
Pablo Picasso nació en Málaga en 1881. Tras pasar unos años en  A Coruña, sus verdaderos comienzos artísticos se iniciaron en la Escuela de la Lonja de Barcelona, donde conoció la bohemia catalana y la incipiente Vanguardia que allí se desarrollaba. Ya en el umbral del siglo XX realizó un viaje a París, donde descubrió a Degas y Toulouse-Lautrec, y donde se instaló de forma definitiva desde 1901. Allí desarrolló sus etapas iníciales, haciendo hincapié en su última etapa de 1907, con las señoritas de Avignon, las cuales marcan un antes y un después dando lugar a una nueva evolución de Picasso tras el cubismo, el cual experimentó con otros estilos y movimientos.
A lo largo de su investigación continua desarrolló junto a Braque el cubismo analítico, como se aprecia en el Retrato de Ambroise Vollard, y el cubismo sintético como muestra la Naturaleza muerta con silla de rejilla.
Este cuadro, marcó el comienzo de su periodo africano o protocubista, así como el comienzo del cubismo, del cual el artista es el máximo exponente. Picasso rompe con la tradición del Realismo, con los cánones de profundidad espacial y el ideal existente sobre el cuerpo femenino, reducido todo a un conjunto de planos angulares sin fondo ni perspectiva espacial, en el que las formas están marcadas por líneas claro-oscuras.
En cuanto a la composición de la obra, todos los elementos que aparece se encuentran geometrizados a basa de triángulos que no permiten determinar los límites entre el fondo y las figuras. Se presentan cinco figuras femeninas, todas de pie a excepción de la que observamos a la derecha que se encuentra sentada. El hecho característico de su desnudez se basa en la representación de las formas de sus cuerpos como si fueran vistas desde varios puntos de vista, como si el pintor las rodease al retratarse, lo que se conoce como visión múltiple que acaba con la idea del pintor inmóvil.
Los rostros de las figuras presentan una enorme influencia del arte primitivo, arte considerado incluso bárbaro, que buscaba la simplicidad de las formas, no su transposición de la realidad, y recuerda entonces a las máscaras africanas que tanto marcaron a Picasso. A su vez, las figuras se enmarcan en un espacio confundido con sus propios contornos, mostrando un lugar estático en el que se ubican las figuras.
En cuanto a los colores, son planos centrados en gamas naranjas, azules y grises. Los tonos ocre-rojizos son característicos de su época negra. Por último, en la parte inferior aparece un bodegón cuyo colorido es ajeno a cualquier naturalismo.
La temática de esta obra ha sido interpretada de diversas formas, se habla de la representación de la Arcadia, satirizada al representarse dentro de un prostíbulo, en torno a una mesa con frutas. Esta explicación se deduce de sus bocetos. El tema se dice que está relacionado con las Bañistas de Cézanne, así como con el famoso Almuerzo en la Hierba de Manet y con el baño turco de Ingres. Esto nos lleva a las diferentes influencias en las que se basa esta obra, las figuras alargadas de El Greco, su estructura ambiental que rememora a las ya mencionadas Bañistas de Cézanne y las escenas  de Harén de Ingres.
Picasso, siguiendo su costumbre trabajó en unos cuantos bocetos bien dibujados antes de dedicarse de lleno a la obra final del cuadro. Esta obra de estudio consta de un óleo, una acuarela y una gran cantidad de dibujos que fueron debidamente estudiados y analizados en un catálogo de exposición.
Un primer boceto a lápiz negro y pastel sobre papel, en formato horizontal da a conocer la primera idea que tuvo Picasso para la realización de este cuadro. Las medidas del lienzo iban a ser más pequeñas, con siete protagonistas, cinco mujeres y dos hombres.
El segundo boceto es una acuarela sobre papel, muy próxima al cuadro final. En él desaparecen las figuras masculinas y quedan las cinco féminas. Mantiene el formato horizontal pero con unas medidas más pequeñas. La mujer sentada sigue casi igual, sólo que ahora vuelve ligeramente la cabeza hacia el espectador. En este segundo boceto se muestra ya un ensayo de los colores de la obra terminada.
Para llegar a la creación de estos bocetos Picasso hizo una serie de dibujos individuales de cada personaje, de sus cabezas, del cuerpo, de las piernas, de frente y de perfil. Casi todas estas pequeñas obras se conservan.




EL GUERNICA

EL GUERNICA. PABLO RUIZ PICASSO
"Los artistas somos indestructibles, aún en la cárcel, o en un campo de concentración, yo sería todopoderoso en mi propio mundo artístico, aunque tuviera que pintar mis cuadros con la lengua mojada sobre el polvoriento sueldo de mi celda".- Picasso, Der Monat, 1949.
Eran las 16:30 de la tarde del 26 de abril de 1937. La fuerza aérea alemana e italiana sobrevuelan la localidad vasca de Guernika y bombardea objetivos civiles. Cientos pierden la vida. Guernica es arrasada. El preludio de lo que ocurriría en la II Guerra Mundial y el nacimiento de Guernica como símbolo de la barbarie de la guerra. Inmortalizada en el famoso cuadro de Pablo Ruiz Picasso. Un grito contra la guerra, contra cualquier guerra. 
El bombardeo de Guernica no tuvo nada bueno, pero de ese mismo pueblecito vasco nació una de las obras más importantes de la historia del arte: El Guernica.                                                                                     El gobierno de la República encargó en enero del 37 al malagueño Pablo Ruiz Picasso,  que pintase algo para apoyar al gobierno y exponerlo en el pabellón republicano de la exposición universal de París, donde por aquel entonces vivía Picasso.                                                                                                        
Lo que le inspira a Picasso es la prensa, esa prensa inhumana que llega a París sobre el bombardeo de Guernica. Las fotografías del periódico le dan a Picasso la idea de pintar el Guernica también en blanco y negro.                                                                                                                      
 Este óleo sobre lienzo gira en torno a los horrores de la guerra A través de numerosos apuntes y varias versiones del cuadro completo, Picasso poco a poco va decantando los motivos concretos del bombardeo para ir concentrando toda la violencia en símbolos y figuras que dejan de remitirse al hecho concreto.                                                                                                                          
En cuanto a los personajes representados, son todos ellos víctimas, sin la aparición de ningún soldado. Su interpretación ha sido muy cuestionada, negándose reiterativamente el pintor a darles un significado concreto, como él decía "un toro es un toro, y un caballo es un caballo". No obstante, numerosos estudios han dado diversas interpretaciones a cada uno de los elementos: En la izquierda aparecen un toro, lo que podría representar a España o el fascismo que vuelve la cabeza sin importarle el espectáculo, un pájaro sobre la mesa, una mujer con su hijo muerto entre los brazos y una estatua mutilada. El centro lo ocupa un caballo herido, lo que quizás represente al pueblo español que pisotea el brazo de la estatua que sostiene una espada rota y una flor. Sobre ellos aparece un ojo-sol con una bombilla como pupila, que se ha interpretado como un hálito de esperanza. En la zona derecha se encuentran tres mujeres, una que avanza hacia la luz, otra que porta un candil y, en el extremo, otra con los brazos en alto, gritando en medio de las llamas.                                                                                                                                                  La composición recuerda a la de los trípticos, dividida en tres sectores. El central se ordena en una forma triangular en torno al caballo, incluyendo en su zona baja la estatua y la mujer que avanza. A ambos laterales de este grupo central se crean dos triángulos rectángulos que se compensan en sus figuras. Todo lo dicho nos confirma un fuerte estudio de la escena, buscando una organización clara y basada en zonas bien delimitadas que permitan una mejor comprensión de la escena, pensada para su exposición ante un público no demasiado entendido.                               
Picasso desfigura las formas para darles una mayor expresividad, como ocurre en la cabeza del caballo, las manos agrandadas de la mujer que sujeta a su hijo muerto o las piernas deformes de la mujer de la derecha. De la misma manera, se producen transferencias de las cualidades de los objetos, convirtiéndolos unos en otro, tal y como ocurre en las lenguas que se convierten en objetos punzantes, como cuchillos, o en los ojos de las dos mujeres extremas en donde los ojos se han convertido en sus propias lágrimas.                                                                                              
Estas dos últimas características parten del mundo surrealista que Picasso frecuentó a finales de los años veinte y en la década de los treinta. Su idea de libertad expresiva es también patente en ciertas sugerencias del dibujo infantil que tiene el cuadro y que el pintor estaba descubriendo en esos momentos. Partiendo de esa experiencia, redujo algunos elementos a su pura esencia visual, dando los suficientes datos para que la imagen, sin ser una copia de lo real, fuera entendible, tal y como ocurre en el flor de la estatua o el dibujo de la bombilla.                                                              
El color y la luz funcionan de una forma conjunta. Desde el primer momento, Picasso pensó en el cuadro como una imagen en blanco y negro que, en su limitación cromática, pudiera transmitir todo el clima de dolor y tragedia. Sobre este fondo, los gestos dramáticos de los personajes quedan en suspenso, como gritos aterradores dentro de un silencio general al que colabora la ausencia de color, aunque no de tonos, pues el gris, en diferentes gradaciones, atempera y da cohesión a los bruscos contrastes del blanco y el negro.                                                                            
En cuanto a la luz, ya desvinculada de la recreación naturalista de la realidad (claroscuro clásico), ilumina la escena sin obedecer a ningún tipo de foco. Se trata de una luz antinaturalista que sirve, ante todo, para guiarnos por el cuadro creando efectos que acentúan el dibujo (mano que porta el candil cruzada por distintas sombras, efecto de la sombra proyectada por la mano de la estatua...) o la tragedia (ventana fuertemente iluminada en la izquierda, pero demasiado pequeña para poder salir del incendio). En general, los personajes fundamentales aparecen fuertemente iluminados, sin sombras, lo cual acentúa su bidimensionalidad.                          
Con respecto al espaciodesaparece la perspectiva, típica del Renacimiento. Desde las primeras experiencias cubistas desaparece la idea del cuadro como una ventana. Ya no se pretende la representación real del mundo, y el lienzo se convierte en un espacio bidimensional, presentándonos todas las imágenes en el mismo plano.                                                                    
Para realizar esta obra, Picasso se sitúa en la línea abierta por Rubens en su Horror de la guerra (del cual extrae numerosas posturas de personajes) y, sobre todo, por Goya en sus Fusilamientos, con la misma visión antiheroica de la violencia como una fuerza ciega que nada soluciona.    Así, Lo que vemos en Guernica tiene una profunda resonancia con la obra de Goya. En Los horrores de la guerra éste último denuncia la atrocidad de la violencia humana de manera cruda, directa y sin ningún maquillaje. La obra de Goya, a pesar de que guarda cierta solemnidad, no es una imagen de lo real a la luz de lo ideal, es lo real tal como es, tal como la guerra lo ha dejado. El Guernica comparte esa aproximación a su objeto, no hay un sólo rastro de lo ideal en ella, es realidad pura, cruda y material. Pero encierra una contradicción: es realidad retratada no como realidad, ni desde la perspectiva de ésta, sino desde un punto de vista privilegiado, desde esa perspectiva imaginaria cubista que permite observar más de un aspecto de ésta a la vez. Quizá por eso sólo podía ser cubista, porque un horror de ese tamaño no cabría en la rigidez del paradigma clásico de profundidad, proporción y dimensión.   
A lo largo de dos años, El Guernica fue perseguida y reclamada, odiada y aclamada, pero sobre todo manipulada. El lienzo de Picasso viajó por todo el mundo, iba recaudando fondos para la causa republicana hasta que, finalmente, se quedó en Nueva York. Nos encontramos en plena Guerra Fría y el corazón del capitalismo tuvo que justificar que hacía con un gran símbolo comunista. Por aquel entonces surge la primera reivindicación de Picasso, su cuadro no es comunista. Es un grito contra la guerra. No obstante, numerosos estudios aseguran que, debido a un boceto inicial, Pablo Picasso quería pintar un cuadro comunista con un puño en el centro, pero se arrepintió finalmente.                                                                                                                                                                     El Guernica era famoso en todo el mundo, menos en España, Franco la tenía prohibida. Al fin y al cabo, era un símbolo de resistencia a la dictadura. Hasta que en los 60 comenzó el aperturismo y Franco intentó traer de nuevo el Guernica a España. Ahí está la segunda lectura del Guernica: El lienzo no era de "los rojos". Era una reconciliación de todos los españoles.                                                                El Guernica vuelve a España definitivamente en el 81, bajo el mandato de Suárez. No obstante Picasso dijo "El Guernica sólo volverá a España cuando esta vuelva a ser republicana", y en el 81 en España había una monarquía parlamentaria. Ahí aparece la tercera lectura que da el gobierno: El lienzo no es republicano, es simplemente demócrata.                                                                                     Por otro lado, el País vasco intentó que trasladaran el lienzo al múseo Guggenheim afirmando que ese lienzo no era dolor español, sino dolor vasco. Aznar lo negó, afirmando que si era dolor vasco, también era español. A lo que el presidente del PNV lanzó una protesta: "Como siempre el arte para Madrid, y las bombas para Euskadi".
El Guernica todavía sigue vivo. En los 60 fue un signo de las manifestaciones contra los bombardeos de Vietnam. En los 70 fue un símbolo de transición democrática en España, y eso es lo bueno de las obras de arte, que tienen no una, sino muchas vidas.
Esta obra representa la más grave catástrofe padecida en España, pero tan solo los pájaros que huyeron y los gusanos que se hundieron bajo tierra informaron de la tragedia desde el primer instante. "Se aprendió a no hablar de Guernica". repiten 80 años más tarde todos aquellos que sobrevivieron a la barbarie, 80 años desde el bombardeo de Guernica, 80 años que hoy se recuerdan en el múseo Reina Sofía de Madrid.

LAS SEÑORITAS DE AVIGNON

ARCO NEGRO

MADAME MATISSE

FORMAS DE CONTINUIDAD EN EL ESPACIO

EL PÁJARO, BRANCUSI