domingo, 14 de mayo de 2017

LA PEDRERA



LA PEDRERA- ANTONI GAUDÍ
La Casa Milà, popularmente conocida como  La Pedrera («cantera» en catalán), es un edificio modernista del arquitecto Antoni Gaudí, construido entre los años 1906 y 1910 en el número 92 del paseo de Gracia. La casa fue edificada por encargo del matrimonio Pere Milà i Camps y Roser Segimon i Artells, y Gaudí contó con la colaboración de sus ayudantes, así como del constructor Josep Bayó i Font, que había trabajado con Gaudí en la Casa Batlló.
Antoni Gaudí i Cornet fue un arquitecto catalán reconocido internacionalmente como uno de los expertos más prodigiosos de su disciplina, además de uno de los máximos exponentes del modernismo.  Nació el 25 de junio de 1852 en Reus. Provenía de una familia de caldereros, hecho que le permitió al joven Gaudí adquirir una especial habilidad para tratar el espacio y el volumen. Su facilidad a la hora de concebir los espacios y la transformación de materiales prosperó hasta convertirse en el genio de la creación en tres dimensiones que posteriormente demostraría ser. Gaudí fue un niño de salud delicada, razón por la que se vio obligado a pasar largas temporadas de reposo donde pasaba horas contemplando la naturaleza, que consideraba su gran maestra y transmisora del conocimiento más elevado por ser la obra suprema del Creador. Gaudí encontraba la esencia y el sentido de la arquitectura en seguir sus mismos patrones, siempre respetando sus leyes. Se trataba de seguir su curso mediante un proceso de cooperación y hacer de su arquitectura la obra más bella posible. Por todo eso, Gaudí afirmaba: “La originalidad consiste en volver al origen.”
El año 1870 se trasladó a Barcelona para cursar sus estudios de arquitectura. Fue un estudiante irregular, pero que ya manifestaba algunos indicios de genialidad que le abrieron las puertas para colaborar con algunos de sus profesores. Cuando en 1878 culminó sus estudios en la Escuela de Arquitectura, el director declaraba: “No sé si hemos dado el título a un loco o a un genio, el tiempo lo dirá.” Era innegable que las ideas de aquel joven no eran una mera repetición de lo que se había hecho hasta el momento ni dejarían a nadie indiferente.
Una vez obtenido el título, Antoni Gaudí se estableció por su cuenta en su despacho de la calle en Barcelona desde donde, con gran entrega, inició el inconfundible legado arquitectónico gran parte del cual es considerado Patrimonio de la Humanidad. A mediados de 1878 Gaudí conoció a Eusebi Güell con el que establecerá una relación de amistad más allá de los negocios. Antoni Gaudí recibió gran cantidad de encargos y planteó innumerables proyectos. Muchos de ellos, afortunadamente, pudieron convertirse en realidad
Durante su etapa de madurez, las obras maestras se fueron sucediendo las unas tras las otras: la Torre Bellesguard, el Park Güell, la restauración de la catedral de Mallorca, la iglesia de la Colonia Güell, la Casa Batlló, La Pedrera y, finalmente, la Sagrada Familia.
Actualmente la totalidad de las obras realizadas por Gaudí se encuentran en territorio español. Sin embargo, el arquitecto catalán tuvo un encargo para trabajar en los Estados Unidos, un proyecto que quedó inacabado, el Hotel Attraction, que se pensaba ubicar en Manhattan. El Hotel Attraction volvió a ser noticia en 2003, cuando la Real Cátedra Gaudí ofreció el proyecto de Gaudí a la comisión que se encargaba de la reconstrucción de la Zona cero de Manhattan, dónde dos años antes se había producido el atentado del 11-S contra las Torres Gemelas. A pesar de que el proyecto no fue aceptado, se consiguió que la creatividad arquitectónica de Gaudí volviera a ser noticia internacional.
Curiosamente, el esplendor de la arquitectura gaudiniana coincidió, en una decisión personal del arquitecto, con un progresivo retraimiento de su figura. Gaudí pasó de parecer un joven dandi con gustos de gourmet a descuidar su aspecto personal  y alejarse de la vida social.
Murió el 10 de junio de 1926 atropellado por un tranvía mientras se encaminaba, como cada anochecer, hacia la Sagrada Familia. Después del golpe, perdió la consciencia y nadie sospechó que aquél anciano indocumentado y de aspecto descuidado era el célebre arquitecto, y fue trasladado al Hospital de la Santa Cruz, donde posteriormente seria reconocido por el cura de la Sagrada Familia. El entierro tuvo lugar dos días después en la Sagrada Família después de un multitudinario funeral: buena parte de los barceloneses salieron a la calle para dar el último adiós al arquitecto más universal que la ciudad había visto.
La Casa Milà es un reflejo de la plenitud artística de Gaudí: pertenece a su etapa naturalista, periodo en que el arquitecto perfecciona su estilo personal, inspirándose en las formas de la naturaleza.
Se encuentra en un chaflán del paseo de Gracia, ocupado anteriormente por un chalet que pertenecía a José Ferrer-Vidal y Soler, fundador de la Caixa de Pensions de Barcelona, y se formalizó la compra ante notario el 9 de junio de 1905. La zona se ubicaba en pleno Ensanche de Barcelona. Con el Ensanche, el paseo de Gracia se convirtió en una de las principales arterias de la ciudad, por lo que fue elegido por la burguesía catalana para fijar sus residencias. Cabe resaltar que en el mismo paseo de Gracia había construido Gaudí poco antes la Casa Batlló (1904-1906), y anteriormente había efectuado otras dos intervenciones hoy desaparecidas: la Farmacia Gibert y la decoración del bar Torino.
En ese contexto, Gaudí recibió el encargo de construir una casa señorial de parte de Pere Milà i Camps, un rico empresario. El señor Milà estaba casado con Roser Segimon i Artells, viuda de Josep Guardiola i Grau, un enriquecido en América, cuya fortuna heredó su mujer. Así pues, la pareja gozaba de una privilegiada posición, hecho que quisieron plasmar en una casa de diseño innovador y gran lujo de detalles. Para ello compraron el solar del paseo de Gracia en 1905, y encargaron el proyecto a Gaudí, entonces un arquitecto de gran renombre, que en aquella época trabajaba en diversos proyectos a la vez.
El proyecto de Milà era construir un edificio de grandes dimensiones, destinar el piso principal para su propia residencia y el resto en régimen de alquiler, algo habitual en la época. Asimismo, la planta baja, en su parte exterior, fue destinada a tiendas. Se presentaron los planos en el Ayuntamiento y se solicitó el permiso de obras. La construcción sufrió diversos retrasos, ya que el edificio superó en altura y anchura a lo establecido en las ordenanzas municipales. Además, Gaudí abandonó la dirección de la obra en 1909 por divergencias con los Milà respecto a la decoración interior. La relación entre Gaudí y Milà se enfrió, y el arquitecto tuvo que llevar a juicio al promotor para cobrar sus honorarios (105 000 pesetas), que donó a los jesuitas.  
Sin embargo, la suspensión de las obras no fue respetada y Gaudí continuó con su labor. El 28 de septiembre de 1909 se le abrió un nuevo expediente porque superaba la altura prevista y excedía el volumen construido en unos 4000 m3. El Ayuntamiento reclamaba una multa de 100 000 pesetas o derribar el desván y la azotea. La polémica se solucionó un año y medio más tarde cuando se certificó que se trataba de un edificio monumental y no se requería que se ajustara estrictamente a las ordenanzas municipales. Esta separación de los planos aprobados hizo que la Pedrera tuviera una fisionomía muy diferente al resto de edificios.
El proceso de construcción fue el siguiente: primero se derribó parcialmente el anterior chalet, dejando una parte de la estructura como barraca de obras; luego se rebajó el terreno en 4 metros, hasta la profundidad necesaria para el sótano; al cubrirse este, se pasó allí el taller de la obra, y se derribó el resto del chalet. Los cimientos se hicieron con hormigón de grava de piedra mezclada con mortero de cal, sobre los que se levantaron los pilares, algunos de hierro colado y otros de ladrillo. Una vez terminado el sótano se procedió con la construcción del resto de pisos, mientras que se fue proyectando la fachada, que es independiente del resto del edificio, a través de unas maquetas de yeso. En todos los pisos se utilizó un sistema de jácenas y vigas de hierro dispuestas en forma de bóveda catalana, unidas sin necesidad de soldaduras. La fachada fue cubierta de piedras formando arcos de forma ondulada, que luego fueron retocadas por los picapedreros hasta conseguir la forma deseada por Gaudí. Por último, se realizó el desván, diseñado de forma independiente al resto del edificio, con un sistema de arcos catenarios de ladrillo, y por encima se situó la azotea, de forma escalonada dado las diferentes alturas de los arcos del desván.
El edificio se construyó sobre un solar de 34 por 56 metros y consta de seis plantas articuladas alrededor de dos patios interiores, uno circular y otro oval, más un sótano, un desván y la azotea. Esta estructura acoge dos edificios adosados e independientes sin embargo, la fachada presenta una estructura unitaria y común a ambos edificios. La estructura de carga está formada por columnas de ladrillo macizo y piedra.
El sótano contiene un gran pilar de hierro del que parten diversas vigas igualmente de hierro que sostienen el patio circular, situado inmediatamente encima. La fachada no cumple una función estructural, sino de revestimiento, por lo que su diseño y ornamentación presentan una acusada libertad creativa, con formas ondulantes que evocan el oleaje marino y generan diversas sensaciones lumínicas según la hora del día. Los balcones son de hierro forjado, con una decoración de motivos abstractos que simulan plantas trepadoras, obra de los hermanos Lluís y Josep Badia i Miarnau. Gaudí diseñó incluso un tipo de baldosas hexagonales de cerámica para situar en el pavimento de la calle, con motivos nuevamente marinos. Esta baldosa fue elegida posteriormente para pavimentar el paseo de Gracia barcelonés.
El conjunto es una típica obra gaudiniana en la que las líneas geométricas son sólo rectas formando planos curvos. Toda su fachada está realizada en piedra calcárea, salvo la parte superior, que está cubierta de azulejos blancos. En la azotea se encuentran grandes salidas de escalera rematadas con la cruz gaudiniana de cuatro brazos, y chimeneas recubiertas de fragmentos de cerámica, con la apariencia de cabezas de guerreros protegidas por yelmos. La Casa Milà evoca sin lugar a dudas la naturaleza.
Gaudí había asignado a la Pedrera un alto simbolismo religioso: en la cornisa superior, de forma ondulada, tiene esculpidos capullos de rosa con inscripciones del Ave María en latín.  Además, según el proyecto original la fachada habría estado rematada por un grupo escultórico de piedra, metal y cristal con la Virgen del Rosario pero debido a los sucesos de la Semana Trágica de 1909 se abandonó el proyecto.
La decoración interior corrió a cargo de Josep Maria Jujol y los pintores Aleix Clapés, Iu Pascual, Xavier Nogués y Teresa Lostau. En el terreno escultórico trabajaron Carles Mani y Joan Matamala, autores de las inscripciones en relieve de la fachada, así como las columnas de la planta principal y otros elementos decorativos.  Se encuentran a menudo detalles ornamentales marinos, como los falsos techos de yeso que simulan olas de mar, así como pulpos, caracolas y flora marina. Pere Milà encargó la dirección de la decoración pictórica a Aleix Clapés, motivo de la ruptura definitiva entre Gaudí y el matrimonio Milà.
La Casa Milà tiene tres fachadas, una en el paseo de Gracia, otra en la calle Provenza, y otra que hace chaflán. Sin embargo, las tres presentan una continuidad formal y estilística que, por su forma sinuosa y ondulada, parece una roca modelada por las olas del mar. El conjunto de entrantes y salientes imprime un dinamismo al conjunto que le otorga la sensación de estar en movimiento, a la vez que crea un juego de luces y sombras en constante cambio. Además de la forma ondulante de los muros de la fachada, la presencia de 33 balcones de hierro forjado convierten el conjunto en una obra casi escultórica de gran tamaño. La mayoría de barandillas tiene una forma más bien abstracta, aunque se encuentran algunos detalles puntuales como una paloma, una máscara de teatro, una estrella de seis puntas, diversas flores y el escudo catalán.
Las tres fachadas, de 30 metros de altura, contienen 150 ventanas, siendo más grandes las inferiores y más pequeñas las superiores, que reciben más luz. La piedra utilizada para su construcción tiene dos procedencias, una más dura en la parte inferior; y otra menos dura en la parte superior. Ambas dan un acabado en color blanco crema y con una textura rugosa.
La fachada del paseo de Gracia está orientada al sudoeste, tiene 21,15 metros de largo y 630 m2 de superficie, con nueve balcones que dan a la calle. Está coronada con la palabra Ave del Ave María, con una decoración en relieve de lirios. Es la única que no tiene puerta de acceso.
La fachada del chaflán tiene 20,10 metros de largo, y al ser la central es la más conocida del edificio. Alberga una de las dos puertas de acceso, flanqueada por dos grandes columnas apodadas «patas de elefante» que sostienen la tribuna del piso principal, el del matrimonio Milà. El techo de la tribuna tiene una claraboya para proporcionarle luz, bajo la que se sitúa una concha esculpida. En la parte superior de la fachada se encuentra una rosa en relieve, y la inicial M de María
La fachada de la calle Provenza tiene 43,35 metros de largo, por lo que es la más extensa, y cuenta con una puerta de acceso al edificio. Orientada al sureste, recibe luz prácticamente todo el día, por lo que Gaudí la diseñó con más ondulaciones que en las otras dos fachadas, así como unos balcones más sobresalientes, para crear más sombra. En la parte superior se sitúan las palabras Dominus y Tecum del Ave María.
Junto a estas fachadas hay que mencionar la fachada posterior, que da al patio interno de la manzana. Tiene 25 metros de largo, con una superficie de 800 m2. Más sobria que la fachada principal, presenta sin embargo la misma forma ondulatoria con unas grandes terrazas con barandillas de hierro de ligero en forma de rombos, que permiten el paso de la luz.
El interior de la Casa Milà está diseñado para una comunicación fluida entre las diversas partes del edificio. Para ello, la planta baja presenta dos accesos con vestíbulos que comunican exterior e interior, y que conectan con los dos patios de luces. Los dos amplios portales permiten el paso de los vehículos. Para el acceso a las viviendas, Gaudí priorizó el uso de ascensores, reservando las escaleras como acceso auxiliar. Sin embargo, para el acceso al piso principal colocó dos grandes escalinatas, decoradas con pinturas murales.
Las dos puertas de entrada están realizadas en hierro forjado y vidrio. Su diseño es orgánico, con una serie de estructuras de diversa forma que pueden recordar diversos diseños elaborados por la naturaleza. Su Los portales dan acceso a los dos vestíbulos, uno en el paseo de Gracia y otro en la calle Provenza. Estos vestíbulos dan acceso tanto al garaje como a los pisos superiores. El mayor es el del paseo de Gracia que presenta un techo ondulado, parecido al de una caverna. El de la calle Provenza es similar en diseño, aunque de menor tamaño y presenta una garita destinada al portero, elaborada con una fina estructura de hierro y con vidrios tallados con motivos florales. Uno de los elementos más destacados de los vestíbulos es la decoración con pinturas murales, realizadas por Aleix Clapés con motivos ornamentales y temas de inspiración mitológica. Estas pinturas fueron restauradas entre 1991 y 1992 por Colalucci, jefe de restauración de los Museos Vaticanos y encargado anteriormente de la restauración de la Capilla Sixtina.
El acceso a las viviendas se articula a través de dos grandes patios de luces, que permiten una amplia iluminación para todos los pisos. El patio del paseo de Gracia tiene forma cilíndrica mientras que el de Provenza presenta forma elíptica. Es de destacar la decoración de las paredes, que están pintadas con tonalidades de ocre y amarillo.
La estructura de pisos de la Casa Milà arranca de un sótano al cual se accede desde los vestíbulos de entrada por unas rampas de forma helicoidal. Presenta una estructura de 90 columnas de piedra, hierro y ladrillo, que sostienen el edificio. Los vecinos accedían por unas escaleras auxiliares, y contaban cada uno con una plaza de garaje y un trastero. Tras una rehabilitación efectuada en 1994, el sótano se convirtió en un auditorio y sala polivalente. Entre el sótano y la planta baja se sitúa un semisótano originalmente destinado a carboneras, pero que posteriormente fue ocupado por tiendas. En este semisótano se situaba un pequeño túnel que circundaba todo el edificio, en donde se encontraban las canalizaciones de servicio, tuberías de gas y cables eléctricos.
Los pisos de viviendas fueron diseñados por Gaudí de tal forma que pudiesen amoldarse fácilmente a las necesidades de los inquilinos, ya que al no tener muros de carga los espacios son adaptables. Así, todas las plantas y casi todos los pisos presentan estructuras diferentes, que han ido evolucionando con el paso del tiempo: por ejemplo, el piso principal, la vivienda del matrimonio Milà, fue posteriormente una oficina, luego un bingo y actualmente es una sala de exposiciones. Esta vivienda, la principal del edificio, tenía 1323 m2, con accesos tanto por el paseo de Gracia como por la calle Provenza, a través de ascensor o de dos amplias escalinatas que parten del vestíbulo de entrada. Contaba con más 35 espacios de uso diverso, entre los que destacan el recibidor, un oratorio, una sala de recepción, el despacho del Sr. Milà, el comedor y el dormitorio principal. Algunas habitaciones recibían nombres especiales, como la «sala morada» o la «sala china». Cabe destacar los diferentes pavimentos proyectados por Gaudí según su función: placas de piedra de La Sénia para corredores y vestíbulos, parqué para salones y habitaciones, y baldosas hidráulicas para cocinas y baños.
La decoración de la vivienda principal fue una de las más lujosas y detalladas del edificio, a cargo de Josep Maria Jujol, quien diseñó el mobiliario y diversos elementos decorativos, siempre bajo la supervisión de Gaudí. Destaca un pilar con  la inscripción latina charitas (caridad), junto a las palabras en catalán perdona (perdona) y oblida (olvida), envueltas de diversos elementos, como una rosa, una cruz, una medusa, una flor de loto, un huevo y una M (de María) coronada; asimismo, la i de oblida tiene forma de espermatozoide. En la misma columna, más abajo, se lee tot lo bé creu («todo el bien cree»), y en la o de lo aparece una concha. En otra columna aparece un laúd, en otra un arpa, y en otra una paloma mensajera y una mesa dispuesta para un banquete. En los cielos rasos y las molduras, elaborados en yeso, Jujol realizó varios diseños abstractos o de inspiración naturalista —como ondulaciones marinas—, así como diversas figuras, símbolos e inscripciones, como la M de María, la frase encara som lliures («todavía somos libres») o varios versos de poemas y canciones populares catalanas. A la propietaria, Roser Segimon, no le gustaba esta decoración, por lo que la mandó tapar con yeso tras la muerte de Gaudí, en 1926.
El resto de viviendas, destinadas a alquiler, fueron proyectas por Gaudí con el mismo esmero, por lo que cuidó hasta el último detalle e intervino en elementos decorativos y mobiliario. Por lo general, los salones y dormitorios de cada vivienda dan a la calle, mientras que las zonas de servicio dan a los patios interiores. En la primera planta existen tres viviendas de unos 440 m2 cada una; en la segunda y tercera se sitúan cuatro viviendas; y en la cuarta hay tres viviendas. Gaudí incluyó para todas ellas todos los adelantos y comodidades para la época, como luz eléctrica, calefacción y agua caliente; además, cada vivienda tenía una plaza de garaje y un trastero en el sótano y un lavadero en el desván. El arquitecto cuidó al máximo todos los detalles, especialmente puertas y ventanas, diseñadas con un estilo ornamental plenamente modernista, tal como dictaban los cánones estilísticos de la época. Por lo general, estos diseños tenían inspiración orgánica, como gotas de agua, remolinos, medusas, estrellas de mar, algas y flores. Otro elemento destacado son las molduras de yeso en los marcos de las puertas y en los arcos interiores de las viviendas, con diversos diseños originales con formas orgánicas o abstractas. Gaudí incluso diseñó los picaportes de las puertas, realizados en bronce con diseños nuevamente innovadores y originales, con formas casi escultóricas.
La última planta es el desván, que Gaudí concibió de forma independiente al resto del edificio, con una original estructura y funcional. Esta planta albergaba los lavaderos y otras zonas de servicios, y actuaba a la vez como regulador térmico, aislando el edificio de las temperaturas extremas, tanto de invierno como de verano. Para ello, el arquitecto se inspiró en la típica buhardilla de la masía catalana, pero con un nuevo diseño basado en arcos parabólicos que no necesitan columnas ni muros de carga, y que consiguen un espacio diáfano que crea un corredor a todo lo largo del edificio. Estos arcos se unen en el techo en una especie de espina dorsal que recuerda el esqueleto de algún animal o la estructura de un barco dispuesta al revés. En su parte exterior, este desván se sitúa unos metros más adentro que la línea de la fachada, y está surcado por dos líneas de pequeñas ventanas, las inferiores un poco más grandes que las superiores. En el espacio entre el desván y la fachada se halla un estrecho paso de ronda que circunvala el edificio, en cuyo recorrido se encuentran cuatro pequeñas cúpulas de perfil parabólico. El desván fue remodelado en 1953 por el arquitecto Francisco Barba Corsini, que creó trece apartamentos de alquiler, de estética moderna y alejados del proyecto gaudiniano. Sin embargo, tras la adquisición del edificio por Caixa Catalunya, en 1996 fue restaurado, devolviéndole el diseño original elaborado por Gaudí, y actualmente acoge el Espai Gaudí (Espacio Gaudí), una exposición sobre la vida y obra del arquitecto, con maquetas y material audiovisual de las principales innovaciones realizadas por el arquitecto catalán.
Durante la Guerra Civil Española la Pedrera fue ocupada por el PSUC. Los Milà, que estaban veraneando en Blanes al estallido de la contienda, se pasaron al bando nacional, y volvieron a su casa una vez terminada la guerra. En 1940 falleció Pere Milà, y pocos años después, en 1946, su mujer vendió el inmueble a la Inmobiliaria CIPSA, si bien siguió viviendo en su piso hasta su fallecimiento en 1964.
La Pedrera ha sufrido diversos cambios: en 1927 se ordenó la remodelación del interior del piso principal, y se perdió la decoración efectuada por Gaudí; en 1932 se transformaron las carboneras en tiendas, eliminando las rejas de hierro que separaban el semisótano y la calle; en 1954 la Inmobiliaria CIPSA construyó trece apartamentos en el desván; en 1966 se transformó la planta noble en oficinas; entre 1971 y 1975 se efectuó una primera restauración y en 1986 lo adquirió la Caixa de Catalunya, que ha efectuado continuadas obras de conservación y restauración y la mantiene abierta al público para su visita, para lo que se puede entrar en las viviendas de la planta cuarta, el desván y la terraza. Las demás plantas están ocupadas por oficinas o todavía por algunas familias residentes.
La Casa Milà fue declarada Monumento Histórico-Artístico de Carácter Nacional en 1969, y en 1984 la Unesco la incluyó dentro del Lugar Patrimonio de la Humanidad «Obras de Antoni Gaudí».
Desde su apertura al público en 1987 ha recibido más de 20 millones de visitas (un millón cada año aproximadamente), convirtiéndola en uno de los diez lugares más visitados de Barcelona.
Desde el año 2013, La Pedrera es propiedad de la Fundación Catalunya-La Pedrera, que es la encargada de organizar exposiciones, actividades y visitas.





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