lunes, 15 de mayo de 2017

JUGADORES DE CARTAS

A finales del siglo XIX se desarrollaron varios movimientos que partiendo de los cimientos construidos en el impresionismo, evolucionaron hacia diferentes estéticas que anticiparon las corrientes vanguardistas de los inicios del siglo XX. Uno de estos movimientos es el cubismo, cuyo precursor es Paul Cezanne.
Una de sus obras más conocidas es Los jugadores de cartas, una serie compuesta por cinco obras sobre el tema de una partida de cartas, realizada entre 1890 y 1895. Se trata de un óleo sobre lienzo cuya escena está compuesta por una pareja de hombres que juegan en un interior donde predomina la simetría, el estudio de los volúmenes y una despreocupación por la perspectiva.
Paul Cezanne fue un pintor postimpresionista francés, considerado el padre de la pintura moderna y precursor del cubismo por su estilo nuevo y radicalmente diferente. En 1857 inició sus estudios artísticos en el L' Ecole Municipal Libre de Dessien. Sin embargo, al no lograr superar el examen de ingreso volvió a su tierra natal para dedicarse a la pintura. Enamorado de la pintura de Delacroix, elaboró sus primeras obras de un estilo romántico suave, dando lugar a su periodo oscuro (1861-1870) caracterizado por colores oscuros y un intenso uso del negro. Junto a otros pintores del momento presentó en París una exposición en cuyas obras domina la luz y el color pero no solo no tuvo éxito social sino que fue motivo de risas y burlas durante años. Fue entre 1870 y 1878 cuando su estilo volvió a cambiar, centrándose en el paisaje y el estilo para trabajar al aire libre (en plein air) de forma rápida y a escala reducida, que consistía en utilizar pequeños toques de colores puros, sin recurrir a bocetos preliminares ni a dibujos, dando lugar a su periodo impresionista. Sin embargo, las malas críticas de sus obras y su aislamiento que le convirtió en un pintor ignorado por el público. Además tenía un raro carácter que le convirtió en un hombre con pocos amigos. Pero fue en 1882 cuando el Salón Oficial  admitió una obra suya pero esto tampoco ayudó mucho a su vida artística. Es en el comienzo del siglo XX cuando sus obras empiezan a cotizarse  pero pronto al mismo tiempo su salud empeoró hasta que falleció en 1906.
Es el último cuadro de esta serie de los jugadores de cartas, el más conocido y valorado de los cuatro anteriores. Las fuentes de inspiración empleadas por Cézanne posiblemente fueran los jugadores de cartas pintados por Le Nain y Chardin.
Se trata de una obra figurativa compuesta por dos jugadores sentados a ambos lados de una mesa sobre la que apoyan los codos. Cézane representa a estos personajes ajenos a la propia obra, interesados únicamente en la partida. El espectador se convierte en uno de los frecuentes observadores que contemplan estas partidas en las tabernas, al situarnos el maestro en un plano cercano a la escena y no hacer apenas referencias espaciales.
En lo referente a la iluminación, el foco de luz se presenta de forma artificial concentrándose en la parte central, presentando sombras y, destacando el reflejo blanco de la botella. La perspectiva no conforma un papel significativo en las obras de Cézane, definiéndose únicamente mediante una sencilla ley de proximidad: los objetos más cercanos tapan a los que se encuentran en un plano más alejado.

Pero sin duda, lo más destacado en la obra es el color y sus trazos. El hombre de la derecha viste una chaqueta de tonalidades grises amarillentas que tiene su continuidad en el pantalón de su compañero, vestido éste con una chaqueta de tonalidades marrones que se mezclan con diversos colores. En general la obra se compone de colores oscuros que destacan entre sí. El fondo se obtiene gracias a una mezcla de tonos donde predominan los rojos y negros, en sintonía con la mesa y el mantel.
Las pinceladas se presentan solitarias y sintéticas (pincelada suelta), como el reflejo sobre la botella o el simple trazo que describe el ojo del jugador de la derecha. Las formas recuerdan a elementos geométricos, pura característica del cubismo, movimiento cuyo precursor es el propio Cézane. que se caracteriza por tratar las formas de la naturaleza por medio de figuras geométricas, fragmentando líneas y superficies. Se adopta así la llamada "perspectiva múltiple": se representan todas las partes de un objeto en un mismo plano.
La representación del mundo pasaba a no tener ningún compromiso con la apariencia de las cosas desde un punto de vista determinado, sino con el conjunto de sus perspectivas. Por ello aparecían al mismo tiempo y en el mismo plano vistas diversas del objeto: por ejemplo, se representa de frente y de perfil; en un rostro humano, la nariz está de perfil y el ojo de frente; una botella aparece en su corte vertical y su corte horizontal. Ya no existe un punto de vista único. No hay sensación de profundidad. Los detalles se suprimen, y a veces acaba representando el objeto por un solo aspecto.
A diferencia del impresionismo del que Cézanne parte, en esta obra prevalece el volumen y la forma sobre la luz, obteniendo ese volumen gracias al color en estado puro.
Este cuadro de la serie se convirtió en la segunda obra de arte vendida por más dinero en la historia, con más de 250 millones de dólares se pagaron por ella. Actualmente se encuentra en el Museo de Orsay, en París.


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