LOS FUSILAMIENTOS DEL 3 DE MAYO
Francisco de Goya y Lucientes nació en el pueblo aragonés de Fuendetodos en 1746, y murió, voluntariamente exiliado, en Burdeos, en 1828. En el transcurso de su larga existencia España sufrió una radical transformación, a la que él no asistió como espectador; tampoco como actor, porque no fue un militar, ni un financiero ni un político, sus posibilidades de actuación directa sobre los acontecimientos eran limitadas. Pero vivió aquellos hechos intensamente y traspuso sus vivencias a sus telas, a sus grabados, con tal intensidad que hoy son una fuente de conocimiento primordial acerca de aquellos años cruciales que atravesó España.
El tres de mayo de 1808 en Madrid se trata de un óleo sobre lienzo en el que Goya condena el cruel acto histórico desde el fondo de su sangre rebelde: Los fusilamientos que tuvieron lugar en la madrugada del 3 de mayo de 1808 en la montaña de Príncipe Pío, a las afueras de Madrid. En este cuadro podemos observar como Goya describe la estupidez, la crueldad, la represión y la inhumanidad de su tiempo de una forma que era a la vez personal y visionaria. Este acontecimiento, tuvo lugar como represalia por parte del ejercito napoleónico por el levantamiento popular que tuvo lugar el día anterior en las calles de Madrid y que también reflejó Goya en su obra"El dos de mayo" o "la carga de los mamelucos".
A primera hora de la mañana del dos de Mayo de 1808, se difundió la noticia de que los franceses estaban a punto de expulsar a los últimos miembros de la familia real del palacio. Inmediatamente una multitud de gente se reunió a las afueras del palacio Real para protestar. Al mismo tiempo a las afueras de La Puerta del Sol ( lugar conocido como el corazón de Madrid), apareció una patrulla de franceses y la multitud se avalanzó sobre ellos en un acto salvaje. Los soldados dieron fuego y empezó un alzamiento popular. La revuelta empezó. Hombres, mujeres y niños se echaron a la calle a luchar contra los franceses con todo lo que podían. Los enfrentamientos duraron varias horas pero para las 2 de la tarde, el ejercito francés ya habia fusilado y suprimido a muchos de los sublevados en varios lugares de Madrid. 31 franceses murieron pero también se obtuvieron cientos de prisioneros. Fue así como se ordenó la ejecución inmediata de todos los españoles que portaran armas. En el cuadro de El tres de mayo de 1808, vemos solo una muestra de las muchas ejecuciones que tuvieron lugar durante las primeras horas del tres de mayo en los diferentes cuarteles que tenían los franceses dentro de Madrid
Los acontecimientos se desarrollan durante la noche, y la escena está iluminada por un gran faro situado entre el pelotón de ejecución y el grupo de los condenados. Este recurso de la luz, de inspiración tenebrista, permite que el pelotón permanezca en penumbra mientras que la luz ilumina de manera dramática el grupo de los condenados a muerte, en especial el hombre de camisa blanca que levanta los brazos, así como el grupo de cadáveres que yacen en el ruedo sobre un gran charco de sangre.
Respecto a los colores, Goya reduce la paleta cromática básicamente a tres colores; grises, ocres y blancos lo que acentúa el trágico momento representado. Sólo el hombre de la camisa blanca y pantalón amarillo aporta una nota de color dándole el mayor protagonismo de la obra a su gesto heroico a la hora de afrontar su destino.
Respecto a la técnica, Goya hace alarde aquí de una pincelada muy suelta, larga, dándole mayor protagonismo a la mancha de color con finalidad expresiva que a la línea del dibujo. Los contornos están perfilados en negro en algunos casos. Pero en otros, el dibujo casi desaparece. Cuerpos y rostros están deformados con una técnica expresionista. Por otro lado, Goya hace uso del recurso de la perspectiva aérea, de manera que las figuras que aparecen más próximas a nosotros lo hacen más nítidas que el paisaje del fondo, en penumbra y más difuminado, en el que reconocemos el cuartel del Conde-Duque próximo a la montaña de Príncipe Pío.Además, se consigue cierta profundidad con escorzos, como el del hombre que yace con los brazos extendidos.
La composición posee una profundidad lograda con dos líneas diagonales, la de la montaña del Príncipe Pío con el grupo de civiles y la del pelotón de fusilamiento. Las líneas ondulantes de brazos y sables y las horizontales de los fusiles dan a la escena un intenso dramatismo. Goya compuso este lienzo de modo que el espectador casi se viera obligado a contemplar la escena desde la posición de los soldados, así podremos captar la angustia y el miedo del que va a ser ajusticiado.
Los soldados forman una diagonal perfectamente alineada y de la que se desprende una imagen de organización y eficiencia. Sin embargo, Goya no ha pintado el rostro de ninguno; los franceses sin rostro no son nadie, tan solo una máquina de guerra delimitada por una negra pincelada que contrasta con el otro grupo. No hay un oficial al mando, únicamente el pueblo que va a morir, el pueblo que se debe matar.
En este óleo de estilo romántico el protagonista absoluto es el pueblo, no están representados de forma personal, es el pueblo anónimo el héroe colectivo. Éste es un concepto claramente romántico y moderno de entender la guerra y los logros nacionales, que se atribuyen al pueblo y su voluntad, y no a sus dirigentes. Frente a los pintores anteriores que habían mostrado la guerra desde la óptica del rey vencedor que se nos aparecía como un héroe extraído de las novelas de caballería ("Calos V en la Batalla de Mühlberg") o los que había querido representar la rendición bajo un ambiente de cordialidad y caballerosidad ("La rendición de Breda" de Velázquez); Goya nos muestras unos hechos que nada tienen de heroico o caballeresco. Goya pinta la guerra en su sentido más dramático sin tomar partido por un bando u otro pues la guerra deshumaniza a todos por igual.
Las víctimas forman tres grupos definidos, los que están a la espera de ser fusilados y que ven con horror su futuro, los que están siendo fusilados y los muertos. Los grupos se ven de derecha a izquierda, lo que introduce un elemento de transcurso del tiempo en la composición.
Destacan principalmente los hombres a la espera de ser fusilados, ofreciendo su cara al espectador y al grupo de los verdugos, rostros vulgares, atemorizados y desesperados, en toda una galería de retratos del miedo que Goya nos ofrece. Cada uno se recoge en una postura diferente, según sea su actitud ante la muerte: está el que se tapa el rostro porque no puede soportarlo, los que aún dedican una última oración, quienes se aprietan los nudillos intentado soportar la rabia... Pero por encima de todos, destaca el que abre sus brazos en cruz ofreciendo su pecho a las balas. Este personaje, en concreto, es un elemento terriblemente dramático, puesto que, ante su inevitable final, mira directamente a los soldados y su camisa blanca atrae el foco de luz de la lámpara que se sitúa a su lado, como una llamada de atención a la muerte que se acerca. Muere sin ocultar su rostro, heroico y con dignidad, no se calla, no tiene miedo a morir por aquello que cree justo, por sus ideales. Muchos autores han establecido una personificación de este personaje con la figura de Cristo, por lo que no resulta extraño, el que en sus manos encontremos, al igual que en las manos de Cristo, los estigmas de la Pasión: es el reflejo de la muerte de otro inocente en manos de la barbarie, de la sin razón, lo que vendría también a explicar el color blanco de su camisa, ya que el blanco es el color de la inocencia
Diversos estudiosos: Nigel Glendinning, Henry Teharn, Moffith, Bialostockin proponen en esta obra como fuente de inspiración distintos grabados de la época, como es el de La matanza de Boston, de donde Goya pudo recoger la tradición de la imagen del pelotón de fusilamiento. El grabado de Francisco Jordán titulado A las once de la noche del tres de Junio, ( 1812 ), donde un grupo de soldados entierran cadáveres de soldados españoles y que quizás se podría corresponder con la extraña luz del cuadro de Goya. Otro de Zacarías González Velázquez, El tres de Mayo de 1808 ( 1813 ), donde "Una serie de inocentes víctimas atienden la ferocidad francesa empeñados en sofocar el heroismo de los madrileños", y que atendiendo a lo que González escribió en su obra, parece casi una descripción del cuadro de Goya. Incluso hay estudiosos como Robert Hughes, que quiso establecer ciertos parecidos con el cuadro de Velázquez La rendición de Breda, a propósito de la posición de los fusiles franceses. O incluso la relación entre los rostros de los personajes representados con la imaginería popular.
Esta obra marcó un antes y un después en la Historia del Arte, ya que no sólo simbolizó para muchos el coraje y la lucha del español ante las incursiones ajenas, también supuso un importante manantial de inspiración para pintores de la talla de Manet, con su Fusilamiento del emperador de México, o El fusilamiento de Corea de Picasso (1950), donde se evidencia la influencia de Goya.
Goya pretende subrayar la barbarie de la guerra y la tiranía moderna, para lo que establece un contraste entre las pasiones humanas de las víctimas y la eficacia deshumanizadora del pelotón que dispara. Con su cielo oscuro y su lugubre paleta, cuya monotonía sólo se rompe con el blanco farol que refleja su luz en la víctima del centro, en sus pantalones amarillos y en el rojo de su sangre derramada, ofreciendo una morbosa situación de la muerte.
Este cuadro adivina realmente el futuro y es un futuro horrible. El tres de mayo de 1808 es lo que pasa hoy en día, en Afganistán, en Iraq, en Siria, y tal ves sea también en los EEUU. Aqui se observa la brutalidad de la guerra que ha acechado la imaginación de Europa durante 200 años. Fue una obra de un artista cuya obscuridad privada encajaba a la perfección con ese momento concreto de la historia de su país.
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