lunes, 15 de mayo de 2017

EN EL MOULIN ROUGE

En el Moulin Rouge de Toulouse Lautrec
" No puedo, no puedo y tengo que hacerme el sordo y darme de cabeza contra la pared -sí- y todo eso por un arte que huye de mí y que nunca entenderá todo el mal que por él me he echado encima... " Henri de Toulouse-Lautrec.
La imagen que tenemos de París se debe en buena parte al pintor y artista gráfico albigense Henri de Toulouse-Lautrec (1864-1901). Con sus grabados, pósteres, pinturas y dibujos, el artista inmortalizó la vida nocturna de la Belle Époque y sitúo el barrio de Montmartre, en el norte de París, en el mapa global de los epicentros creativos y hedonistas.                                                                                                                        Hijo de la nobleza francesa, Lautrec se sintió atraído desde muy joven por los ambientes más mundanos, con una inclinación especial por las salas de fiesta, los cabarés y los burdeles de Montmartre. Sus modelos eran afamadas bailarinas y cantantes, en especial una, Jane Avril. Y sus obras retratan animadas escenas en plena actuación u otras secuencias entre bambalinas, así como tranquilos y tiernos retratos como En el sofá y En la cama.  
  Su estilo y su técnica nos revela a un artista sensible y observador de la condición humana. Todas sus obras realizadas en una amplia gama de estilos y técnicas despertó una gran admiración entre el público. Su obra, a pesar de su vida breve y marcada por su enfermedad fue muy amplia. El catálogo publicado en 1971, enumera 275 acuarelas, 737 cuadros, 369 litografías (incluidos los carteles) y unos 5000 dibujos, estas cifras son impresionantes para una carrera que sólo duró quince años hasta que falleció debido al alcoholismo y la sifilis que padecía.                                                                                                                                                              El artista dominaba tanto el grafismo audaz, algo patente en los carteles promocionales de Jane Avril, como los bosquejos poco definidos pero muy evocadores.                                  Toulouse Lautrec dejó un legado cultural inconmensurable. Sus obras recorren un universo de cantantes, bailarinas, músicos y prostitutas, de la mano de un artista dotado de gran empatía, una habilidad figurativa sorprendente y una sensibilidad única para captar la energía y las historias propias de una ciudad. 
En sus primeros retratos se muestra a un hombre joven que se mira timidamente en el espejo. Se muestra a sí mismo como parte de esa naturaleza muerta, fruto de la pesada herencia de su pasado. El joven esconde su cara entre las sombras, como si no se atreviera a mostrarla, ni siquiera a sí mismo, una clara prueba de inseguridad personal y su escepticismo, como si estuviera preguntándose: ¿Es la pintura mi camino?; ¿Podré lograrlo?; ¿Qué es lo que pasa con mi cuerpo?; ¿Por qué me torturan estas piernas deformes y esta cara cada vez más horrible? El individuo que se plantea todos estos interrogantes a través de su retrato, está al comienzo de un incomparable camino que lo llevará a ocupar un puesto entre los grandes de la historia del arte. Henri de Toulouse-Lautrec: de la protección de la nobleza al desbridado mundo de la farándula parisina.
-"¡Pensar que nunca habría pintado si mis piernas hubieran sido un poco más largas!"- Se repetía constantemente Lautrec después de haber conocido el que sería su nuevo hogar: El cabaret del Moulin Rouge, en Montmartre, el corazón de la bohemia de Paris. Como el decía: "¡ Siempre escucho burdel ! ¿ Y qué ? En ningún sitio me siento más en casa ".
Es entre 1892 y 1895 cuando Lautrec pinta su cuadro En el Moulin Rouge.  Éste es uno de los mayores lienzos pintados de Lautrec y está dedicado al templo de ocio principal de París en el fin de siglo. No deja de ser una estampa familiar, puesto que recoge alrededor de una mesa a varios amigos del pintor: a la izquierda está el barbudo Edouard de Jardin hablando con la bailarina Macaroni; frente a él, vemos a Paul Sescau y Maurice Gilbert; Jane Avril aparece de espaldas, destacando su brillante pelo rojizo; al fondo se sitúa La Goulue, retocándose el moño junto a su compañera Môme Fromage. A continuación destaca la pequeña figura de Toulouse-Lautrec acompañado por su primo Tapié de Céleyrand. En primer plano, iluminado su rostro desde abajo para conseguir un aspecto fantasmal, se encuentra la bailarina May Milton. Posiblemente esta zona del lienzo fue añadida en 1895 cuando Henri conoció a la artista. La influencia de la fotografía y de la estampa japonesa (de la misma manera que hacía Degas) va haciéndose notar cada vez más en el arte de Lautrec. Curiosamente, repite el esquema compositivo de obras anteriores como el Baile en el Moulin de la Galette, con la diagonal característica, colocando a las figuras en diferentes planos para crear sensación de profundidad. Toulouse-Lautrec está interesado en mostrar una imagen de modernidad a través de sus escenas de cabaret o prostitución. Quizá por eso su preocupación por la luz y el color - que tanto interesan a los impresionistas - pasa a un segundo plano, llamándole más la atención las figuras, sus expresiones y actitudes. No obstante, se obstina con que el interior evoque una atmósfera insalubre mediante una extraña luz verde. Esta idea de espacio lugúbre se acentúa mediante diferentes líneas, tales como la silueta curva de La Goulou al retocarse el pelo, el collar de la capa de Avril y el contorno de la manga de Milton. Estos contrastes de líneas con las diagonales fuertes de la barandilla y los tablones, que se apresuran hacia adelante, hacia el espectador potencian el humor animado de este Moulin Rouge, así como crea un auténtico drama visual
Se trata de un óleo sobre lienzo, en él, el firme dibujo vuelve a ser la característica definitoria de Toulouse-Lautrec, aunque también muestra gran interés por el color, especialmente por las tonalidades oscuras a las que añade tonos pastel y otros más claros que aportan mayor alegría al conjunto.                                                                                               El tema de esta obra está representado con espiritú cómico, sin embargo, hay una nota de melancolía más alla del humor, de desencanto y en especial de desesperación. Es la muestra de un prostíbulo en el que Toulouse Lautrec no se amarga, y trata el tema con simpatía, pero tampoco se hace ilusiones con respecto a la vida.
Lautrec poseía un ojo avezado para reproducir la vida tal como se vivía, para él todos son iguales... el intelectual, el caballero de sombrero de copa, el obrero, la chica de servicio, la mujer galante... Él pintaba la realidad tal y como la veía, y le era imposible no encontrar la magia en los aspectos horribles que observaba, él descubría la emoción en aquellos detalles que nadie antes había admirado:" He intentado ser veraz y no falsificar ensueños. Tal vez sea un error, pero me es imposible dejar de ver las verrugas; conscientemente las hago más grandes, les agrego pelos desagradables, y les pongo algún pico  brillante. No sé si usted pueda controlar su pluma, pero cuando mi lápiz se mueve, tengo que dejarlo correr si no ... ¡plumps! se acabó".                                                                              Él veía el mundo de las diversiones nocturnas no solo con los ojos de su propia sociedad, sino desde el punto de vista de una persona que ya ha superado las diferencias de clase y sus barreras. El artista describe lo que ve, sin la arrogancia de creerse socialmente superior, creando así cuadros de ambiente realista y verdaderos estudios de carácter. Es por eso que con sus pinturas muestra los aspectos más ocultos de una civilización burguesa, que daba rienda suelta al vicio y al placer.
Más que un pintor, Henri es un cronista de su tiempo que emplea los pinceles en lugar de la pluma.
Toulouse-Lautrec por su tara física, se consideraba excluído del mundo aristocrático y burgués; la repugnancia por la vida y las enfermedades le hacían buscar refugio entre los explotados y los marginados. Él, El maestro de Montmartre que en un primer momento se pensó incapaz de adentrarse en este mundo tan fortuito como es el arte, fue el pionero en retratar todos aquellos lugares tan oscuros y esenciales en la historia de París, y es que, en la ciudad de la luz, aún se sigue respirando la filosofía de Henri Toulouse Lautrec: La vida es un cabaret.
" Me impresionaba siempre la forma en que Lautrec cambiaba el tono de su voz cuando se discutía de arte. Él, que era tan cínico en otras ocasiones y de conversaciones morbosas, se ponía de pronto totalmente serio. Para él era una creencia religiosa." Edouard Vuillard.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.