El prendimiento.
El prendimiento es una de las obras más
importantes de Giotto di Bondone. Giotto fue un notable pintor, escultor y
arquitecto italiano del Trecento. Y el primer creador italiano en superar las
tendencias bizantinas de la pintura de su tiempo. Su figura sirve de puente
entre el espíritu medieval en el que se halla inmerso y ese otro mundo futuro
del Renacimiento. A su vez, la historia de este pintor florentino se encuentra
estrechamente vinculada a la vida de la Iglesia, y con ella al mecenazgo. La
producción artística de fines de la Edad Media está marcada por el desarrollo
de la obra por encargo. Ello se debió a la multiplicación de las cortes
principescas y al surgimiento de una poderosa y rica burguesía, entre ellas la
iglesia, que comenzó a imitar el estilo de vida de la alta aristocracia.
Surgió un
verdadero mercado del arte y de los objetos de lujo, como la orfebrería y la
tapicería. De esta manera, durante este período, los artistas, que por largo
tiempo fueron sólo artesanos más dotados y mejor remunerados, adquirieron
cierta reputación en cuanto a los príncipes y reyes
En definitiva, el
capital fue la alianza existente entre los poderosos y los intelectuales. Fue
en este ambiente, en la ciudad italiana de Padua, donde Giotto emprende con la
obra de "El prendimiento", una pintura gótica pintada entre 1302 y
1305.
La pintura gótica
evoluciona distinguiéndose en 4 fases: el gótico lineal, el itálico-gótico del
Ducento y Trecento, el estilo internacional y el estilo flamenco.
"El
prendimiento" se enmarca dentro del estilo itálico-gótico del
Trecento. Este es un período de la historia del arte que sigue a la Edad Media
en Italia. Su diferencia viene del hecho de que esta etapa desembocará en el
principio del Renacimiento, lo que cambiará todo el panorama artístico europeo.
Se desarrolla a lo largo de todo el siglo XIV, y se encuentra justo antes de la
primera fase del movimiento conocido como Primero Renacimiento, o Quattrocento.
Giotto fue el
encargado de realizar las pinturas de la Capilla Scrovegni de Padua, entre las
que se encuentra "El prendimiento". Esta obra es un lienzo sobre
tabla, realizado al temple y cuya temática es claramente religiosa,
pues representa el beso de Judas en el monte de los Olivos tras traicionar a
Jesús.
En la escena
observamos cómo la Oración del Huerto es interrumpida por un grupo armado que,
guiado por Judas, toma a Jesús.
Giotto
consigue crear el efecto de tumulto y confusión.
El núcleo
argumental destaca por la tensión que reflejan los protagonistas: Judas
con su manto, de increíble tratamiento, rodea a Jesús y se le acerca para delatarlo con un beso, el beso de la
traición. Llama la atención la actitud de Cristo, recibiendo sereno el beso de
Judas. "¿Con un beso entregas al Hijo del Hombre?" Su mirada
es firme, no transmite temor ni odio, sino la entereza unida a la dulzura de
quien ve perder a su amigo y discípulo. Las dos figuras se miran fijamente,
convirtiéndose este hecho en el que más claramente ilustra el contenido del
episodio. A la izquierda, se presenta
Pedro cortándole la oreja a Malco, mientras que fariseos y soldados con sus
armas comienzan el enfrentamiento al fondo y a la derecha. El dinamismo que
presentan estos grupos, muy dependientes en su composición de la tradición
gótica, contrasta vivamente con el momento contenido de delante. Estas acciones
no son más que un reflejo del dramatismo y tensión argumental presente en la
escena. Este dramatismo los consiguió por el tratamiento tan expresivo que da a
los gestos y actitudes de sus personajes, lo que indica una observación de la
realidad, algo inusual de la época.
En cuanto a la
técnica, la técnica utilizada es el óleo, esta permite superponer
colores y enriquece la gama cromática. Así, los colores de esta obra son
predominantemente intermedios o terciarios. Entre ellos el más
destacable es el verde azulado, situado en el fondo de la imagen y en algún
ropaje.
También podemos
encontrar colores cálidos como el amarillo anaranjado en el manto de
Judas, en las antorchas e incluso en las aureolas y colores rojos anaranjados,
como el fuego de las antorchas y ropajes de soldados.
Por otro lado,
rompe con los convencionalismos de estilos artísticos anteriores e introduce
novedades pictóricas que se observan en
este cuadro:
En primer lugar, desaparecen
los fondos dorados en referencia a la luz como símbolo de divinidad. En la
pintura de Giotto, la luz es conceptual, iluminado con un foco de luz
artificial que da importancia a las prendas y los cuerpos. Además, el espacio
refleja la Naturaleza. Introduce elementos ambientales y crea una auténtica
idea del espacio, aunque la representación del paisaje sea todavía convencional
como se aprecia en las formas angulosas y acartonadas de las montañas o el
carácter escenográfico de los
encuadramientos arquitectónicos. En este espacio concreto las figuras
adquieren volumen a través del modelado,
tienen peso, una realidad física y corpórea casi monumental y se mueven en el
espacio.
Frente al carácter
simbólico y narrativo del arte anterior, en su obra existe una nueva
dimensión humana, un interés por la representación de los sentimientos, una
indagación en los secretos del semblante humano. Algunas de sus escenas están
dotadas de un dramatismo desconocido hasta entonces. Son característicos en sus rostros los ojos
de cierva, reflejo de la mirada dirigida al más allá. De este modo, su obra se
caracteriza por una claridad expositiva y utilización de esquemas geométricos
muy simples.
Giotto consigue
crear efecto de volumen,
coloca a los personajes de espaldas para crear un círculo y multiplicar los
planos dando espacios. Además, su concepción volumétrica y monumental es la
consecuencia de la importancia que da al dibujo y de la utilización de la luz
que modela las figuras y matiza los colores creando efectos de claroscuro, como
se puede apreciar en la capa de Judas.
Además introduce cuerpos de espalda , perfil o escorzos
Asimismo, este
pintor tenía una gran preocupación por la profundidad. Su obra está presidida
por una preocupación espacial constante, que se refleja en los
encuadramientos escenográficos de sus pinturas, unas veces conseguidos a base
de arquitectura y otras, como en esta pintura, con árboles aislados que
constituyen un paisaje esquemático: Giotto abandona los fondos planos e impone
la modernidad en sus representaciones a través de marcos reales, que sirven
como escenario a las figuras, que son los verdaderos protagonistas de las
pinturas.
Otro avance
importante es que observamos que Cristo y los demás personajes tienen la misma
altura , luego ha desaparecido la jerarquía románica, además se observan diferentes actitudes
: sorpresa, incredulidad... Por tanto ha
desaparecido el estatismo y rigidez del románico y se muestran estados de
ánimos individualizados. Aun así, mantiene ciertos aspectos de influencia
bizantina: Rostros ovalados, nimbos dorados, ojos almendrados...
Es importante destacar que en esta obra se
puede apreciar la importancia que tuvo Giotto a finales del Gótico y principios
del Renacimiento: se aparta de la tradición del idealismo y se vuelve hacia la
realidad. Además, estas aportaciones o novedades de Giotto abren el camino hacia la pintura del Quattrocento, influyendo en artistas como
Masaccio e incluso en Miguel Ángel. Y es
que Giotto fue uno de los más grandes artistas de la pintura gótica. Tal era su
talento, que el propio Giovanni Boccaccio le dedicó unos versos:
“El otro, llamado
Giotto, tenía un espíritu tan sublime que entre todas las cosas que la madre
naturaleza ha producido bajo la órbita del cielo, no había una sola que no
hubiera reproducido con lápiz y pluma con tanta fidelidad que su obra no
pareciera ser la imagen del objeto, sino el objeto en si, hasta el punto de que
muchas veces en sus obras el sentido humano de la vista se equivocaba y
consideraba que era real lo que solo estaba pintado”.
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