LA ESCUELA DE
ATENAS
"Probablemente ningún otro discípulo de talento había
absorbido las enseñanzas de su maestro como lo hizo Rafael, aun comparándolo
con Leonardo da Vinci y Miguel Ángel”. -Heinrich Wölfflin
La
Escuela de Atenas
no solo es una obra de arte extraordinaria desde el punto de vista técnico y estético,
sino que es un verdadero cuadro histórico en el que la Antigüedad clásica y el
Renacimiento se dan la mano. El arte, la filosofía y la ciencia se encuentran
en un espectacular escenario renacentista que, en cuestión de segundos,
revive el pasado, y te traslada a la Roma del siglo XVI.
La
Escuela de Atenas fue
pintada por Rafael entre 1509 -1510 por encargo del Papa Julio II para
realizar un proyecto de renovación de sus propios aposentos personales: la
decoración de “la Estancia de la Signatura” convertida en su biblioteca
privada.
Fue el arquitecto Bramante el que
aconsejó al Papa la elección de Rafael para realizar La escuela de Atenas, una pintura realizada al fresco situada sobre
una de las paredes de las cuatro estancias, llamadas “de Rafael”, que eran
parte de los aposentos situados en el segundo piso del Palacio Pontificio,
escogidos por Julio II. La decoración pictórica fue realizada por Rafael y sus
discípulos entre 1508 y 1524 y supone el comienzo del pleno Renacimiento.
La pintura de Rafael alcanza
un grado sublime en esta obra, posiblemente la más famosa de su producción.
Cuando el espectador contempla el fresco en la Estancia de la Signatura se introduce en el mundo clásico y aprecia el
movimiento de los diversos personajes pintados por Sanzio, obteniendo un
insuperable resultado.
En esta pintura se escenifica la verdad razonada en la escuela de filósofos atenienses que
Rafael imaginó en medio de un marco
arquitectónico inspirado en el proyecto de Bramante para la
basílica de San Pedro, con una profundidad y perspectivas asombrosas, que logra
pintando arcos sostenidos sobre columnas (por aquello de que la verdad necesita
apoyo), dando lugar en medio a un gran pasillo-galería por donde Platón (el
famoso filósofo) pasea (con el rostro de Leonardo da Vinci; conocido de Rafael
cuando vivió en Florencia) junto a Aristóteles con su libro de Ética bajo el
brazo. El artista plasma los rasgos de los pintores-escultores de su tiempo
personificando a los grandes filósofos
Las figuras se sitúan en un
graderío, formando diversos grupos presididos por los dos grandes filósofos
clásicos.
Toda la composición del fresco converge en el centro por donde pasean estos dos pensadores discutiendo
acerca de filosofía. Hasta los peldaños y la arquitectura de los arcos del
pasillo hacen que la mirada y la atención se centren plenamente en las figuras
de ambos. Rafael llenó el cuadro
de los famosos filósofos griegos (y algunos no griegos) de todas las épocas, entre
ellos:
En primer plano aparece
Zenón con un libro que sostiene un niño mientras lee Epicúreo; sobre la
escalinata se sitúa Heráclito, tomando los rasgos faciales de Miguel Ángel por
modelo posiblemente como homenaje a la decoración de la Sixtina; Diógenes echado sobre las escaleras; a la derecha
Euclides junto a sus discípulos midiendo con un compás.
A la izquierda, Sócrates conversando con
Alejandro Magno, armado. La configuración de la arquitectura del templo de la
sabiduría, con los nichos de Apolo y Palas Atenea, como espacio renacentista y
la representación de los sabios de la antigüedad como hombres contemporáneos de
Rafael subrayan esta idea de
continuidad entre el presente y el mundo antiguo (Leonardo
representa a Platón, Bramante a Euclides, Miguel Ángel a Heráclito y el mismo
Rafael se retrata a la derecha).
A su vez, las figuras están individualizadas (sus
gestos, posiciones y distintos retratos hacen desaparecer la posible isocefalia
(situar las cabezas a la misma altura) que pudiera producir una composición tan
equilibrada), también son realistas (parten de un retrato, aunque
posiblemente idealizado), y de canon proporcionado.
Los diferentes grupos de
personajes se ubican de manera simétrica, dejando el espacio central vacío para
contemplar mejor a los protagonistas, recortados ante un fondo celeste e
iluminados por un potente foco de luz que resalta la monumentalidad de la
construcción.
El arquitecto, pintor y
escultor Giorgio Vasari dijo refiriéndose a Rafael: "Fue en la composición de las historias tan fácil y rápido que
competía con la palabra escrita". Esta referencia es perfectamente
aplicable a esta escena donde los gestos, las expresiones o los movimientos de
las figuras están interpretados con sabiduría, creando un conjunto dotado de
gracia y vitalidad.
En cuanto a la composición, es simétrica, con un gran eje
axial que, pasando entre Platón y Aristóteles, divide en dos partes el
cuadro. A cada lado de él aparecen los grupos compensados.
Por otra parte, y en perfecto equilibrio, se observa
otro eje (horizontal) que recorre
las cabezas del grupo principal. La trama de líneas crea, de esta forma,
toda una forma ortogonal en donde predomina la línea recta, el ángulo
recto y las formas rectangulares y semicirculares. Es la geometría, tan querida por los
renacentistas que organiza la percepción del mundo en formas armónicas y
regulares.
En esta obra se puede hablar de detallismo, especialmente en los rostros
y la descripción de la propia arquitectura.
Con respecto al color, estos son muy variados, utilizando
brillantes tonalidades con los que refuerza la personalidad de las figuras y la
variedad del conjunto. Como es típico de la época, se intenta compensar los fríos con los cálidos en
un nuevo intento de crear armonía,
como ya había hecho Masaccio en su Trinidad. Así como colores cálidos destacan el
rojo (túnica de Platón), el naranja o el dorado. Y frío el azul o el verde de
algunos trajes.
La luz es natural con fines representativos (crear volumen por medio del claroscuro,
luces y sombras). El foco es
cenital (procede desde arriba) y procura distribuir la luz de forma
homogénea, sin marcar excesivos
contrastes.
Por otra parte, la perspectiva
lineal se
consigue a través de la arquitectura que nos conduce al punto de fuga
central (encima de las cabezas de los dos filósofos) que vuelve a insistir
en la idea de simetría y armonía. Para la perspectiva se inspira en
Leonardo y los personajes recuerdan a Miguel Ángel que en estas fechas pintaba
la Capilla Sixtina, pero la admirable composición de las figuras es el arte
propio de Rafael
En los frescos de
la Estancia de la Signatura del Vaticano es donde el arte de
componer de Rafael alcanza su verdadera madurez y en esta estancia., La Escuela de Atenas es
uno de los conjuntos más
grandiosos de la pintura renacentista. La arquitectura renacentista del fresco traspone las estructuras que
Bramante tenía pensadas para la Basílica de San Pedro. Unos gruesos
muros reciben la enorme bóveda que enmarca las figuras de filósofos y sabios de
la Grecia clásica. Así, La
Escuela de Atenas celebra la
investigación racional de la verdad.
Rafael expresa también en esta obra la concepción propiamente renacentista de la obra artística entendida como discurso mental, no sólo traducido de forma visible, sino también como búsqueda de la "idea". Se ha querido ver en esta pintura una representación de las siete artes liberales. En el primer plano, a la izquierda: Gramática, Aritmética y Música, a la derecha: Geometría y Astronomía y en lo alto de la escalinata: Retórica y Dialéctica. En definitiva, una continuidad entre el conjunto del saber antiguo y moderno teniendo como protagonista al hombre.
NURIA ANDRÉS MORENO
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