domingo, 5 de marzo de 2017

LA ALHAMBRA DE GRANADA

LA ALHAMBRA اَلْحَمْرَاء
La sola mención de la Alhambra evoca, para muchos, el hechizo de un pasado histórico, repleto de vida, y el encanto de unas leyendas orientales que agitan el alma. La Alhambra de Granada es un conjunto monumental único, en el que se conjugan una serie de excepcionales circunstancias. Una de ellas su topografía. Alzada sobre la colina de la Sabika, desde ella se domina toda la ciudad.
El nombre Alhambra procede de una voz árabe que significa "La roja"  debido al color ferruginoso de las torres y de las murallas bermejas que rodean toda la colina de la Sabica.    
Para llegar a los primeros cimientos de La Alhambra, hay que remontarse a la historia de la Granada Medieval.                                                                                                       
En 1238, El rey Muhammad Al-Ahmar, inició la restauración de la vieja alcazaba que completaría su hijo Muhammas II. La construcción de los palacios se realiza en el siglo XIV y es obra de dos grandes reyes: Yusuf I y Muhammad V. Del primero son, entre otros, el cuarto de Comares, la puerta de la Justicia, los Baños y algunas torres; su hijo, Muhammad V acabó de embellecer los palacios con la construcción del Cuarto de los Leones, además de otros aposentos y defensas.
Nacida originalmente con finalidad defensiva, la Alhamba fue, al mismo tiempo, una alcazaba, un alcázar y una pequeña medina (ciudad).
El recinto de la Alhambra estaba unido a las murallas de la ciudad en dos puntos, uno son las torres bermejas, y en otro punto unía con la muralla de la ciudad. Hay un total de 22 torres espaciadas de manera irregular, y no son semejantes en tamaño y altura.
En total hay cuatro puertas principales que dan acceso al recinto de la Alhambra.
En la parte más occidental de la Alhambra tenemos una fortaleza que se conoce como la Alcazaba, donde se encuentra la Torre de la Vela, en la que en 1492, ondearon las banderas de Isabel y Fernando. Servía de cuartel, almacén militar y cárcel.
Penetramos en la zona más importante y conocida de la Alhambra a través del Mexuar, una amalgama de restos de las edificaciones originales y zonas restauradas. En el patio hay una pequeña mezquita. Otro segundo patio más grande tiene un estanque en el centro y un pórtico conocido como la galería de Machuca (nombre del arquitecto de Carlos V) y una  pequeña torre con una galería moderna sobre la muralla que conduce a un pequeño oratorio con un Mihrab. Este segundo patio es el que lleva el nombre de Mexuar, y a través de él se entra en el palacio. Es difícil entender la función del Mexuar, no obstante, la interpretación aceptada es que en el Mexuar era donde se instauraba el tribunal real, y la sucesión de patios hacia el oeste formaba una especie de conjunto de acceso. Al este de la sala del Mexuar hay un patio muy pequeño con un pórtico. Este patio se conoce en la actualidad con el nombre con el nombre de Cuarto Dorado. Constituye una de las partes más importantes y enigmáticas de la Alhambra. Esto se debe en parte a que su extremo norte tiene restos de muchos periódos diferentes, desde capiteles del siglo XIII a techos del XVI. Pero si hay algo que caracteriza al cuarto dorado, es su extremo sur, en el que una pared enteramente cubierta con una delicada decoración de escayola y yeso, con dos puertas y cinco ventanas coronadas por un friso de mocárabes y otro de madera sobre el que vuela un gran alero, crea una composición realmente extraordinaria.
En frente del Cuarto Dorado, la fachada del Cuarto de Comares. El cuarto de Comares era la residencia oficial del emir. Destaca su espléndida fachada, de una riqueza decorativa extraordinaria y una composición admirable. Sus dos puertas, de simétrica geometría, tienen marcos de alicatados (o azulejos), y sobre cada una de ellas, unas ventanitas dobles, tableros y frisos con gran riqueza ornamental. Y cubriendo la fachada, un gran alero, volado y de madera labrada, con una inscripción que empieza: "Mi posición es la de la corona, y mi puerta es una bifurcación de caminos. El oriente envidia al Occidente por mi causa..."
Por la puerta de la izquierda, a través de un pasadizo en recodo, se entra en el patio de los Arrayanes. Este impresionante patio ,de planta rectangular, de la más pura línea de la arquitectura árabe mide 37 metros de largo y 24 metros de ancho, y la alberca sirve de espejo donde se reflejan los pórticos y la torre de Comares. Todos los elementos que conforman el patio de los Arrayanes forman una conjunción cromática y sensorial que consigue el triunfo del equilibrio y una atmósfera de apacibilidad. "Lo demás es silencio. No hay palabras para definir este asylum pacis, el más perfecto y el más puro de todos los que he buscado y hallado". En palabras de C. Mauclair.                                                                                                                El pórtico norte tiene asimismo siete arcos sobre columnas con estilizados capiteles de mocárabes. Y en los muros, piadosas oraciones e inscripciones poéticas sobre fondos más oscuros, o sobre zócalos de azulejos.                                                                                                                                    El arco apuntado, en el centro, con enjutas sobre motivos vegetales y coronado por ventanitas con celosías de yeso, da entrada a la sala de la Barca, que debe su nombre, a la palabra árabe baraka (salutación, bendición) que aparece con profusión en la epigrafía de los muros. El motivo ornamental constante en las yeserías de los muros es el escudo de los nasríes con el lema "Sólo Dios es vencedor".  Parece claro el destino de esta sala como antecámara del contiguo Salón de embajadores, que ocupa el interior de la Torre de Comares. Este salón, espacio esencial en la toma de Granada, fue el lugar donde se jugaron los destinos de esta capital nazarí cuando Boabdil y su gran consejo decidieron rendirse a los reyes católicos.  En este majestuoso salón, la cúpula es obra maestra de la carpintería musulmana, en oscura madera de cedro, al igual que, el gran friso de mocárabes y los arabescos de los muros alcanzan prodigios de estilización.
Si bien todas las dependencias de la Alhambra son extraordinarias, hay una que lo es especialmente: El patio de los Leones, en él, Oriente y Occidente se funden armoniosos. Como si de un oasis de palmeras se tratara, 124 columnas geminadas se levantan en torno a la fuente central con sus doce leones. A la vez, una profunda brisa medieval caracteriza este patio, como si fuese un claustro de un monasterio. Sin duda, es el triunfo del ritmo y la simetría. El agua, elemento decorativo esencial, adquiere una importancia excepcional. El líquido asciende y se derrama desde la taza a la boca de los leones, desde donde se distribuye por todo el patio. Por último, una bella qasida (género poético propio de la Arabia preislámica) de Ibn Zamrack recorre los bordes de la pila.
"¿No es, en realidad, cual blanca nube
que vierte en los leones sus acequias
y parece la mano del califa, que, de mañana,
prodiga a los leones de la guerra sus favores?

Quien contempla los leones en actitud amenazante,
(sabe que) sólo el respeto (al Emir) contiene su enojo.
¡Oh descendiente de los Ansares, y no por línea indirecta,
herencia de nobleza, que a los fatuos desestima:
Que la paz de Dios sea contigo y pervivas incólume
renovando tus festines y afligiendo a tus enemigos!"

 Cuatro grandes aposentos bordean el patio. El primero, entrando desde el patio de los Arrayanes, es la sala de los Mocárabes. Al sur se halla la sala de los Abencerrajes. Es un auténtico espectáculo admirar como la luz suave penetra en la sala a través de dieciséis pequeñas ventanas caladas, abiertas en la bellísima cúpula estrellada. La estancia, cuadrada, tiene dos alcobas a uno y a otro lado, y en el centro la famosa pila donde, según la tradición, fueron degollados los caballeros del ilustre linaje de los Abencerrajes.                                       Al este del patio, se encuentra la sala de los Reyes, esta semeja una escenografía teatral, dividida en tres secciones que corresponden a tres bellos pórticos, separados por arcos dobles de mocárabes, a base de rombos calados. Finalmente, en la bóveda, una pintura que representa a diez reyes nasríes                                                                                                                                                   Al norte del patio de los Leones está la sala de las Dos Hermanas, cuyo nombre se debe a las dos grandes losas de mármol. Es admirable la cúpula de mocárabes y el cuerpo de luces de esta sala, el más claro ejemplo de la riqueza y el encanto del arte hispano musulmán. La decoración de esta sala es a base de alicatados (zócalos de cerámica) y de atauriques.
La sala contigua es la de los Ajimeces, con dos balcones con vistas al jardín de Daraxa. Y entre ambos balcones se halla el bellísimo Mirador de Daraxa, tocador y alcoba de la sultana Es una estancia placentera en esta dependencia recoleta del palacio, a manera de ventana o mirador. "Y manda el corcel de su mirada hacia ese paisaje donde juguetea la brisa", dice una inscripción que embellece sus muros. El interior del mirador es una salita rectangular, con dos arcos laterales y uno doble frente a la entrada que mira al Patio de Daraxa, que fue cerrado por las Habitaciones de Carlos V. Sobre los vanos se encuentran unos arcos apuntados de mocárabes, en cuyos paños aparecen inscripciones caligráficas. Estos vanos son bajos porque así lo requiere la costumbre musulmana de reclinarse en el suelo sobre cojines.
En este coqueto mirador encontramos una decoración geométrica muy perfeccionada que simula a las estalactitas de una cueva, y caracterizada por el horror vacui, presente en toda la Alhambra.  Destaca el zócalo de azulejos de color negro, blanco y amarillo, bellísimo por su finura a la hora de realizar el complicado motivo que exhibe. El suelo también es de azulejos, aunque estos se encuentran muy deteriorados. Los arcos están proyectados sobre unos alfices cuyas albanedas parecen tener decoración de motivos geométricos. Una falsa cubierta con cristales de variados colores, verdadera joya documental, culmina la parte superior de la estancia. Sin duda, el Mirador de Daraxa constituye el complejo más rítmico y sutil de toda la Alhambra.
Dentro del recinto de la Alhambra, hay también monumentos occidentales, el más destacado el palacio de Carlos V, mandado construir por este emperador para emular con el palacio de los musulmanes vencidos en la reconquista de la Alhambra. La construcción forma un violento contraste con el resto del conjunto palaciego Alhambreño, se pasa de lo musulmán, frágil y sensorial, al triunfo de la solidez de una construcción y la línea del equilibrio. Las obras de este palacio fueron iniciadas en 1527, y dirigidas por Pedro Machuca, discípulo en Italia del gran Miguel Ángel. Lo más llamativo de este palacio es su gran patio circular interior y los sillares almohadillados que recubren sus cuatro fachadas.
La concepción que tenían los musulmanes de los jardines como paraísos terrenales se alcanza en el generalife, un conjunto de jardines y edificios blancos como colgados en la ladera vecina de los palacios. Para numerosos autores, el encanto de este lugar es casi indefinible, al mezclar las huertas con jardines geométricos, miradores y galerías. En ellos se puede disfrutar del silencio, el rumor del agua y el perfume de la vegetación. El célebre Manuel de Falla quedó prendado del Generalife. Estos jardines inspiraron su Nocturno "En el Generalife" de su obra "Noches en los jardines de España".  También Juán Ramón Jiménez o García Lorca dedicaron poemas a la luz y el agua que convierten en un deleite estos jardines.
"¡Con qué trabajo tan grande                                                                                                              deja la luz a Granada!                                                                                                                              Se enreda entre los cipreses                                                                                                                   o se esconde bajo el agua".
                             Federico García Lorca            
Durante más de quinientos años, generaciones de musulmanes y cristianos la usaron casi en su totalidad como escenario de los tipos de vida que decidieron adoptar. Príncipes musulmanes durante los siglos XIV y XV, aristócratas y monjes cristianos en el XVI, gitanos y románticos en el XIX, turistas y hosteleros en el XX han alterado constantemente todo lo que encontraban, no porque fueran intrusos, sino porque la Alhambra ha sido creada para que la vida continúe en ella. Y es que este conjunto palaciego refleja el anhelo musulmán por alcanzar el Paraíso, imaginado como un lugar de delicias y placeres donde lograr la completa satisfacción de los anhelos personales. Por ello, la Alhambra conjuga todos los elementos que pueden proporcionar placer a los cinco sentidos: para la vista, el color, la luz y la sombra; para el olfato, las plantas aromáticas o el dulce perfume de las flores; para el oído, el murmullo del agua; para el tacto, las distintas texturas de los materiales, y para el gusto, el sabor de los frutos.


  Nuria Andrés Moreno

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