sábado, 25 de marzo de 2017

LAS MENINAS DE VELÁZQUEZ.

La familia de Felipe IV, o Las Meninas, como se conoce el cuadro desde el siglo XIX es considerada la obra maestra del pintor del siglo de oro español, Velázquez, andaluz que solía firmar como “Diego Velázquez” o comco “Diego de Silva Velázquez”. El cual estudió y practicó el arte de la pintura en su ciudad natal hasta  cumplir los veinticuatro años cuando se trasladó a Madrid y entró a servir al rey hasta su muerte en 1660. Gran parte de su obra iba destinada a las colecciones y pasó luego al Prado, donde se conserva.
Fue acabado en 1656 en el cuarto del Príncipe del Alcázar de Madrid, escenario de la acción, y pertenece al último periodo artístico del artista, en plena madurez. Es una pintura realizada al óleo sobre lienzo de grandes dimensiones formado por tres bandas cosidas verticalmente donde las figuras en primer plano muestran un tamaño natural.
Como ya hemos comentado Velázquez pintó las meninas en 1656, durante el reinado de Felipe IV, penúltimo monarca de los Austrias. Hacía más de diez años de la caída del Conde Duque de Olivares y ocho años del final de la Guerra de los Treinta Años con el resultado de la Paz de Westfalia. Cuando Velázquez pintó el cuadro el rey ya estaba muy envejecido y con evidentes signos de cansancio que se pueden ver en la obra. Dos años después de terminar el lienzo de Las Meninas, en 1658, Velázquez se encontraba en Madrid con grandes artistas como Murillo, Alonso Cano y Zurbarán. Este último tomó parte activa en el proceso que permitió a Velázquez ingresas en la Orden de Santiago.
Después de la ejecución de este cuadro, en 1660 se impuso el matrimonio entre el rey de Francia Luis XIV y la Infanta María Teresa, hija del monarca Felipe IV. Velázquez fue el encargado de preparar este encuentro para lo que se trasladó a la Isla de los Faisanes, después de este viaje falleció en Madrid. Fue enterrado el 6 de agosto de 1660 con el vestido y la insignia de caballero de la Orden de Santiago. Se dice, sin ninguna seguridad, que fue Felipe IV quien añadió después del fallecimiento del artista la cruz de la orden sobre el pecho de Velázquez en el cuadro.
El cuadro a lo largo de la historia ha pasado por diversos nombres hasta llegar a como se conoce actualmente. Se describe por primera vez en el inventario del Real Alcázar de Madrid en 1666 descrito como “Retrato de la emperatriz” en alusión a su protagonista,, la infanta Margarita Teresa de Austria. Después en la lista de obras salvadas del incendio del Alcázar aparecía con el título de La familia de Felipe IV, que fue el que tuvo al ingresar en el Museo. Será en 1843, en el catálogo de obras del Museo del Prado cuando reciba el nombre de Las Meninas, que proviene de la descripción del escritor Antonio Palomino que decía <<dos damitas acompañan a la infanta niña, son dos meninas>>. Con este nombre portugués se conocía a las acompañantes que servían como doncellas a las infantas hasta su mayoría de edad.
Es un retrato de grupo realizado en un espacio concreto y protagonizado por personajes identificables que llevan a cabo acciones comprensibles. Los protagonistas son:
·         Infanta Margarita: Era una niña en el momento de la realización de la pintura y es la figura principal. Tenía unos cinco años de edad y alrededor de ella gira toda la representación. Fue uno de los personajes de la familia real que más retrató Velázquez ya que desde muy pequeña estaba comprometida con su tío materno y los retratos del pintor le servían a Leopoldo I para ver el estado de su prometida. La pintó por primera vez cuando tenía dos años, cuadro que se encuentra en Viena y se considera como una gran obra de la pintura infantil. Velázquez la presenta vestida con el guardainfante y la basquiña gris y crema.
·         Isabel de Velasco: Hija del VIII conde de Fuensalida. Contrajo matrimonio con el duque de Arcos y murió en 1659, tras ser dama de honor de la infanta. Es la menina que está de pie a la derecha, vestida con la falda o basquiña de guardainfante, en actitud de reverencia.
·         María Agustina Sarmiento de Sotomayor: Es la otra menina situada a la izquierda. Está ofreciendo agua en un búcaro que era una pequeña vasija de arcilla perfumada que refrescaba el agua. La menina inicia el gesto de reclinarse ante la Infanta, gesto propio del protocolo de palacio.
·         Mari Bárbola: Entró en palacio en el año en el que nació la infanta y la acompañaba siempre en un séquito. Es la enana acondroplástica que aparece a la derecha.
·         Nicolasito Pertusato: Enano de origen noble que llegó a ser ayudante de cámara del rey y murió a los 75 años. Está situado en primer término junto a un perro mastín.
·         Marcela de Ulloa: Era la encargada de cuidar y vigilar a todas las doncellas que rodeaban a la infanta. Se encuentra en la pintura con vestiduras de viuda y conversando con otro personaje.
·         El personaje que está a su lado, medio en penumbra, es el único del que Palomino no da el nombre mencionándolo como un guardadamas.
·         José Nieto Velázquez: Era el aposentador de la reina. En la pintura está situado en el fondo, en una puerta abierta por donde entra la luz exterior. Se muestra a Nieto cuando hace una pausa, con la rodilla doblada y los pies sobre escalones diferentes. No se está seguro de si su intención era entrar o salir de la estancia.
·         Diego Veláquez: El autorretrato del pintor se encuentra de pie detrás de un gran lienzo y con la paleta y el pincel en las manos. El emblema que luce en el pecho fue pintado posteriormente cuando fue admitido como caballero de la Orden de Santiago. Según palomino: «algunos dicen que su Majestad mismo se lo pintó, para aliento de los Profesores de esta Nobilísima Arte, con tan superior Chronista; porque cuanto pintó Velázquez este cuadro, no le había hecho el Rey esta merced».
·         Felipe IV y su esposa Mariana de Austria: Aparecen reflejados en un espejo, colocado en el centro y fondo del cuadro pareciendo indicar que es precisamente el retrato de los monarcas lo que estaba pintando Velázquez sin embargo no hay ninguna constancia de que el pintor creará nunca ese retrato.
El espacio representado es la pieza principal del cuarto del príncipe. Aunque el alcázar resulto destruido en el incendio de 1734 a partir de lo que indican los inventarios ha sido posible reconstruir la disposición de la estancia representada con notable fidelidad por Velázquez, sin otro cambio que el espejo que no se menciona en los inventarios. Se trata de una sala rectangular, de aproximadamente varios metros de largo y más de cinco de ancho con ventanas alineadas en uno de sus lados. En la pared del fondo se disponían cuatro cuadros de la serie de mitologías ovidianas  a los lados del pintor y apenas visibles, y otros dos de mayor tamaño en la parte alta cuyos motivos llegan a advertirse en la penumbra de la estancia. El artista resolvió con gran habilidad todos los problemas de composición del espacio, gracias al dominio que tenía del color y a la gran facilidad para caracterizar a los personajes.
Las figuras de primer término están resueltas mediante pinceladas sueltas y largas con pequeños toques de luz. La falta de definición aumenta hacia el fondo, siendo la ejecución más somera hasta dejar las figuras en penumbra. Esta misma técnica se emplea para crear la atmósfera nebulosa de la parte alta del cuadro, que habitualmente ha sido destacada como la parte más lograda de la composición. El espacio arquitectónico es más complejo que en otros cuadros del pintor, siendo el único donde aparece el techo de la habitación. La profundidad del ambiente está acentuada por la alternancia de las jambas de las ventanas y los marcos de los cuadros colgados en la pared derecha. Este escenario en penumbra resalta el grupo fuertemente iluminado de la infanta.
Las meninas suponen la culminación del estilo pictórico de Velázquez en proceso continuado de simplificación de su técnica, primando el realismo visual sobre los efectos del dibujo. Velázquez en su evolución artística entendió que para plasmar con exactitud cualquier forma solo se precisaban unas determinadas pinceladas. La simplicidad fue su objetivo en su época de madurez y en Las meninas es donde mejor consiguió reflejar estos logros.
En Las meninas destaca su equilibrada composición. La mitad inferior del lienzo está llena de personajes en dinamismo contenido mientras que la mitad superior está en una progresiva penumbra de quietud. Los cuadros colgados de las paredes, el espejo, la puerta abierta del fondo son una sucesión de formas rectangulares que forman un contrapunto a los sutiles juegos de color que ocasionan las actitudes y movimientos de los personajes. La composición se articula repitiendo la forma y las proporciones de los dos tríos principales en una posición muy reflexionada que no precisó ajustes y modificaciones sobre la marcha, como acostumbraba a hacer Velázquez en su forma de pintar.. Esta disposición elegida y la armonía de los tonos consiguen esa maravillosa naturalidad que le da ese aspecto de secuencia improvisada captada fugazmente.
Velázquez fue un maestro en el tratamiento de la luz. Iluminó el cuadro con tres focos luminosos independientes. El más importante es el que incide sobre el primer plano procedente de una ventana de nuestra derecha que no se ve, que ilumina a la Infanta y su grupo convirtiéndola a ella en el principal foco de atención. El amplio espacio que hay detrás se va diluyendo en penumbras hasta que en el fondo un nuevo y pequeño foco luminoso irrumpe desde otra ventana lateral derecha cuyo resplandor incide sobre el techo y la zona trasera de la habitación. El tercer foco luminoso es el fuerte contraluz de la puerta abierta en la parte frontal desde donde la luminosidad se proyecta desde el fondo del cuadro hacia el espectador. El entrecruzamiento de esta luz frontal de dentro a fuera y las transversales aludidas, forma distintos juegos luminosos de inclinaciones varias de arriba hacia abajo o de derecha a izquierda, creando una ilusión de planos superpuestos en profundidad de gran verosimilitud.
Velázquez busca neutralizar los matices destacando solo algunos elementos. Así en el grupo de personajes principal, sobre una capa ocre solo destaca algunos matices grises y amarillentos en contraposición a los grises oscuros del fondo y de la zona alta del cuadro. Ligeros y expresivos toques negros y rojos más la blancura rosada de las carnaciones completan el efecto armónico. Esta idea de neutralizar los matices predomina en su arte, tanto al definir con pocos y precisos trazos negros el personaje a contraluz del fondo, como cuando obtiene la verdadera calidad de la madera, o cuando siembra de pequeños trazos blancos la falda amarillenta de la Infanta o al dibujar su ligero pelo rubio.
El cuadro está pintado a la última manera de Velázquez.. En esta última etapa se aprecia una mayor dilución de los pigmentos, un adelgazamiento de las capas pictóricas, una aplicación de la pincelada desenfadada, atrevida y libre. Las meninas se realizó de forma rápida e intuitiva según la costumbre de Velázquez de pintar de primeras el motivo, con espontaneidad. En esta última década de su vida, Velázquez consiguió un dominio de la técnica pictórica y de la perspectiva aérea, que trasmitió en Las meninas y en Las hilanderas. En ambas obras consiguió la sensación de que entre los personajes hay un espacio de «aire» que los difumina a la vez que los aúna a todos ellos, llevando a su extremo la técnica de pinceladas sueltas y ligeras que había empezado a emplear en su periodo intermedio.
La calidad técnica del cuadro ha hecho posible su buen estado de conservación sin que apenas se observen craquelados. Las medidas originales fueron ligeramente retocadas en una primera restauración, en la que el cuadro se volvió a entelar. En el borde superior y el lado lateral derecho se puede detectar las señales que dejaron los clavos que fijaban la tela al bastidor.
Los estudios radiográficos llevados a cabo en el Museo del Prado han demostrado que Velázquez realizó la pintura directamente en el lienzo sin bocetos previos a la manera de la llamada Escuela veneciana. Las correcciones o pentimenti fueron múltiples, siendo las más notables las que afectaron al propio pintor, que en un primer estado se presentaba con el rostro de perfil girado hacia la infanta; la mano derecha de la infanta también estaba corregida y puesta más baja que en su posición inicial; y otros arrepentimientos que se encuentran en el espejo del fondo. Los contornos de las figuras se realizaron con trazos largos y sueltos, aplicando luego toques rápidos y breves para destacar las luces de los rostros, manos y detalles de los vestidos. La rapidez de ejecución se aprecia en los detalles decorativos.
Velázquez empleó una gama de colores fría y sobria. Al aplicar las pinceladas apenas roza el lienzo, consiguiendo una textura fina. Los personajes son tratados de forma naturalista, ya sea la menina Agustina Sarmiento o la propia infanta Margarita. Velázquez utilizó los blancos de plomo sin casi mezclas en diversos puntos del cuadro, como en las camisas, los puños de Mari Bárbola o la manga derecha de Agustina Sarmiento; lo hizo con un toque rápido y decidido que consigue el reflejo de las vestiduras y adornos. En los cabellos de la infanta y en sus adornos, también se aprecia el arte de la pincelada del maestro. En el caso de Nicolasito Pertusato, la definición queda más desdibujada. Velázquez empleó toques de lapislázuli sobre todo en el vestido de Mari Bárbola con objeto de conseguir reflejos en el color profundo de este vestido. Los personajes reflejados en el espejo están elaborados de manera más rápida y con una técnica esbozada.
A pesar de los muchos estudios que los historiadores de arte han dedicado a encontrar un significado al lienzo, Las meninas sigue planteando incógnitas de difícil respuesta. El primer problema es la dificultad misma que existe para establecer el género pictórico al que pertenecen, ya que no se atiene a ninguno de los géneros tradicionales. Se trata de un retrato cuya protagonista es la infanta Margarita con algunos miembros de su séquito. Pero no se trata de un retrato de grupo convencional, pues en él parece estar ocurriendo algo que solo queda sugerido por la dirección de las miradas de seis de los nueve personajes hacia fuera del cuadro. Jonathan Brown sugirió que la escena representaría el momento en que la infanta Margarita llegando al estudio de Velázquez para ver trabajar al artista pide agua, que le ofrece la menina situada a la izquierda, instante en el que también entran el rey y la reina, reflejándose sus figuras en el espejo de la pared del fondo. Ante esa aparición, la acción se detiene y los que ya han advertido la presencia de los reyes, no todos, dirigen hacia ellos sus miradas. Para Thomas Glen los reyes han permanecido durante un tiempo sentados, posando ante el pintor que los retrata en presencia de la infanta cuando deciden dar por terminada la sesión. En ese momento las miradas se dirigen hacia ellos. El aposentador de la reina, abriendo la puerta del fondo, indica que las personas reales se disponen a cruzar el espacio representado.
Los intentos de descubrir un significado oculto más allá de la pura apariencia de lo representado han sido también diversos. El primero en plantearse una hipótesis fue Charles de Tolnay quien interpretó a Las Meninas como una reivindicación de la nobleza de la pintura. Otra interpretación fue la de Xavier Salas que veía en el protagonismo de la infanta Margarita «la exclusiva esperanza por entonces de perpetuar la rama española de los Habsburgo».
Subrayando la dificultad de la interpretación, López Rey concluye que sea el que fuese el asunto que Velázquez está pintando en su lienzo lo cierto es que no quiso mostrarlo. Es una pintura dentro de otra pintura, subrayando la división entre pintura y realidad.
Muchos artistas del Renacimiento emplearon la sección áurea en sus dibujos, por ejemplo el gran maestro Leonardo da Vinci. Velázquez, en la composición áurea de su cuadro Las meninas, lo ordena con una espiral, cuyo centro está situado sobre el pecho de la infanta Margarita marcando con ello el centro visual de máximo interés. El punto de fuga de la perspectiva está detrás de la puerta donde se encuentra José Nieto; precisamente, allí es donde va la vista en busca de la salida del cuadro; la gran luminosidad existente en este punto provoca que la mirada se fije en ese lugar.
En Las meninas se puede estructurar el cuadro en diferentes espacios. La mitad superior de la obra está dominada por un espacio vacío, en el que Velázquez pinta el aire. Otro espacio importante es el del punto de fuga del fondo del cuadro, muy luminoso, donde un personaje huye de la intimidad del momento.
La estructura espacial y la posición del espejo están dispuestas de tal manera que parece que Felipe IV y Mariana se encontraran delante de la infanta y sus acompañantes. Aunque solo se pueden ver reflejados en el espejo, la representación de la pareja real ocupa un lugar central en la pintura, tanto por la jerarquía social como por la composición del cuadro. La posición del espectador en relación con ellos es incierta. La cuestión es saber si el espectador está cerca de la pareja real o si los reemplaza para saber cuál es el objetivo de la atención de las miradas de Velázquez, de la infanta y de Mari Bárbola, que mira directamente hacia el observador de la pintura.
En Las meninas se supone que la reina y el rey están fuera de la pintura, y su reflejo en el espejo los sitúa en el interior del espacio pictórico.
Probablemente Las meninas han estado influenciadas por el cuadro de Jan van Eyck, El matrimonio Arnolfini. Cuando Velázquez estaba pintando Las meninas, el cuadro de Van Eyck formaba parte de la colección de palacio de Felipe IV y Velázquez por lo que, sin duda, conocía muy bien esta obra. En El matrimonio Arnolfini de manera similar, hay un espejo en la parte posterior de la escena pictórica, que refleja dos personajes de cara y una pareja de espalda. Además, muestra los personajes que son observados por el pintor y, al mismo tiempo, mediante el espejo, se pueden ver los individuos que entran y que dirigen la atención hacia Velázquez, desembocando en una reciprocidad de miradas que trae como consecuencia que la imagen salga de su marco y convide al visitante a entrar dentro de la tela.
El espejo del cuadro tiene una medida de unos treinta centímetros de altura, y las imágenes del rey y la reina están, de manera intencionada, difusas. Hay un efecto similar está presente en la Venus del espejo, el único de los desnudos pintados por Velázquez que se ha conservado. Jonathan Miller comenta que, además del espejo representado en Las meninas, podemos imaginar la existencia de otro espejo que no aparece en el cuadro, sin el cual habría sido difícil que Velázquez se hubiera podido pintar a él mismo, autorretratándose.
El cuadro de Las Meninas ha dado diversas opiniones a lo largo de su historia, y aunque la mayoría son positivas también hay alguna negativa. Algunas citas son:
  • El escritor Théophile Gautier en el siglo XIX a la vista de la pintura exclamó la famosa frase: «¿Dónde está el cuadro?».
  • El gran pintor del impresionismo Édouard Manet realizó el siguiente comentario: «Velázquez, por sí solo justifica el viaje. Los pintores de todas las escuelas que le rodean, en el museo de Madrid, parecen simples aprendices. Es el pintor de los pintores».
  • Durante una visita conjunta que realizaron Salvador Dalí y Jean Cocteau al Museo del Prado, se les realizó la pregunta que salvarían en caso de incendio del Museo, Cocteau respondió «el fuego», mientras que Dalí dijo «el aire de Las meninas».
Las Meninas no alcanzarón la fama hasta que llegaron al Museo del Prado en 1819. Hasta entonces había permanecido confinada en palacios reales de acceso restringido, primero en el Alcázar de Madrid y luego en el actual Palacio de Oriente. El primer seguidor de Velázquez fue sin duda su yerno Juan Bautista del Mazo como se puede ver en obras como La familia del pintor Juan Bautista Martínez del Mazo que remite sin duda a Las Meninas.
Luca Giordano después de su viaje a Madrid realizó una pintura con título Homenaje a Velázquez que se conserva en la National Gallery de Londres.
Hay varios grabados del cuadro, el primero fue de Francisco de Goya y Lucientes. Otro grabado fue de Pierre Audouin el cual lo hizo en París antes de 1800.
La influencia de Velázquez y Las Meninas en Goya se mantuvo a lo largo del tiempo. En 1800 Goya realizó el retrato de La Familia de Carlos IV donde, en un acto de homenaje, Goya se autorretrata. También escultores se han influenciado en el cuadro  como en la escultura Homenaje a Las Meninas de Jorge Oteiza o Las Meninas de Manolo Valdés.
Famosa es la frase de Picasso dicha en 1950 a su amigo Sabartés en una conversación sobre arte:
<<Si alguien se pusiese a copiar Las Meninas, totalmente con buena fe, al llegar a cierto punto y si el que las copiara fuera yo, diría: ¿Y si pusiera ésta un poquito más a la derecha o a la izquierda? Yo probaría de hacerlo a mi manera, olvidándome de Velázquez>>
Una versión reducida del cuadro se conserva en el palacio campestre de Kingston Lacy, en Dorset, Inglaterra (Reino Unido). Diversos expertos insisten en que podría ser un «modelo» pintado por Velázquez antes que el original del Museo del Prado. Se debate si es el modelo preparatorio hecho por el autor o una copia posterior hecha por su discípulo y yerno Juan Bautista Martínez del Mazo. En cualquier caso entraña gran interés pues no se conoce ninguna copia de dicho cuadro anterior al siglo XIX.

En conclusión podemos decir que su escenario es uno de los espacios más creíbles que nos ha dejado la pintura occidental; su composición aúna la unidad con la variedad; los detalles de extraordinaria belleza se reparten por toda la superficie pictórica; y el pintor ha dado un paso decisivo en el camino hacia el ilusionismo. Las Meninas se han convertido en la obra maestra del pintor Velázquez y es una de las obras pictóricas más analizadas y comentadas en el mundo del arte.


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