lunes, 6 de marzo de 2017

LA ESCUELA DE ATENAS

LA ESCUELA DE ATENAS
"Probablemente ningún otro discípulo de talento había absorbido las enseñanzas de su maestro como lo hizo Rafael, aun comparándolo con Leonardo da Vinci y Miguel Ángel”. -Heinrich Wölfflin 
La Escuela de Atenas no solo es una obra de arte extraordinaria desde el punto de vista técnico y estético, sino que es un verdadero cuadro histórico en el que la Antigüedad clásica y el Renacimiento se dan la mano. El arte, la filosofía y la ciencia se encuentran en un espectacular escenario renacentista que, en cuestión de segundos, revive el pasado, y te traslada a la Roma del siglo XVI.
La Escuela de Atenas fue pintada por Rafael entre 1509 -1510 por encargo del Papa Julio II para realizar un proyecto de renovación de sus propios aposentos personales: la decoración de “la Estancia de la Signatura” convertida en su biblioteca privada. 
Fue el arquitecto Bramante el que aconsejó al Papa la elección de Rafael para realizar La escuela de Atenas, una pintura realizada al fresco situada sobre una de las paredes de las cuatro estancias, llamadas “de Rafael”, que eran parte de los aposentos situados en el segundo piso del Palacio Pontificio, escogidos por Julio II. La decoración pictórica fue realizada por Rafael y sus discípulos entre 1508 y 1524 y supone el comienzo del pleno Renacimiento.
La pintura de Rafael alcanza un grado sublime en esta obra, posiblemente la más famosa de su producción. Cuando el espectador contempla el fresco en la Estancia de la Signatura se introduce en el mundo clásico y aprecia el movimiento de los diversos personajes pintados por Sanzio, obteniendo un insuperable resultado.

En esta pintura se escenifica la verdad razonada en la escuela de filósofos atenienses que Rafael imaginó en medio de un marco arquitectónico inspirado en el proyecto de Bramante para la basílica de San Pedro, con una profundidad y perspectivas asombrosas, que logra pintando arcos sostenidos sobre columnas (por aquello de que la verdad necesita apoyo), dando lugar en medio a un gran pasillo-galería por donde Platón (el famoso filósofo) pasea (con el rostro de Leonardo da Vinci; conocido de Rafael cuando vivió en Florencia) junto a Aristóteles con su libro de Ética bajo el brazo. El artista plasma los rasgos de los pintores-escultores de su tiempo personificando a los grandes filósofos
Las figuras se sitúan en un graderío, formando diversos grupos presididos por los dos grandes filósofos clásicos.
Toda la composición del fresco converge en el centro por donde pasean estos dos pensadores discutiendo acerca de filosofía. Hasta los peldaños y la arquitectura de los arcos del pasillo hacen que la mirada y la atención se centren plenamente en las figuras de ambos. Rafael llenó el cuadro de los famosos filósofos griegos (y algunos no griegos) de todas las épocas, entre ellos:
En primer plano aparece Zenón con un libro que sostiene un niño mientras lee Epicúreo; sobre la escalinata se sitúa Heráclito, tomando los rasgos faciales de Miguel Ángel por modelo posiblemente como homenaje a la decoración de la Sixtina; Diógenes echado sobre las escaleras; a la derecha Euclides junto a sus discípulos midiendo con un compás.

A la izquierda, Sócrates conversando con Alejandro Magno, armado. La configuración de la arquitectura del templo de la sabiduría, con los nichos de Apolo y Palas Atenea, como espacio renacentista y la representación de los sabios de la antigüedad como hombres contemporáneos de Rafael subrayan esta idea de continuidad entre el presente y el mundo antiguo (Leonardo representa a Platón, Bramante a Euclides, Miguel Ángel a Heráclito y el mismo Rafael se retrata a la derecha).

A su vez, las figuras están individualizadas (sus gestos, posiciones y distintos retratos hacen desaparecer la posible isocefalia (situar las cabezas a la misma altura) que pudiera producir una composición tan equilibrada), también son realistas (parten de un retrato, aunque posiblemente idealizado), y de canon proporcionado.
Los diferentes grupos de personajes se ubican de manera simétrica, dejando el espacio central vacío para contemplar mejor a los protagonistas, recortados ante un fondo celeste e iluminados por un potente foco de luz que resalta la monumentalidad de la construcción.

El arquitecto, pintor y escultor Giorgio Vasari dijo refiriéndose a Rafael: "Fue en la composición de las historias tan fácil y rápido que competía con la palabra escrita". Esta referencia es perfectamente aplicable a esta escena donde los gestos, las expresiones o los movimientos de las figuras están interpretados con sabiduría, creando un conjunto dotado de gracia y vitalidad.

En cuanto a la composición, es simétrica, con un gran eje axial que, pasando entre Platón y Aristóteles, divide en dos partes el cuadro. A cada lado de él aparecen los grupos compensados.
Por otra parte, y en perfecto equilibrio, se observa otro eje (horizontal) que recorre las cabezas del grupo principal. La trama de líneas crea, de esta forma, toda una forma ortogonal en donde predomina la línea recta, el ángulo recto y las formas rectangulares y semicirculares. Es la geometría, tan querida por los renacentistas que organiza la percepción del mundo en formas armónicas y regulares.
En esta obra se puede hablar de detallismo, especialmente en los rostros y la descripción de la propia arquitectura.

Con respecto al color, estos son muy variados, utilizando brillantes tonalidades con los que refuerza la personalidad de las figuras y la variedad del conjunto. Como es típico de la época, se intenta compensar los fríos con los cálidos en un nuevo intento de crear armonía, como ya había hecho Masaccio en su Trinidad. Así como colores cálidos destacan el rojo (túnica de Platón), el naranja o el dorado. Y frío el azul o el verde de algunos trajes.

La luz es natural con fines representativos (crear volumen por medio del claroscuro, luces y sombras). El foco es cenital (procede desde arriba) y procura distribuir la luz de forma homogénea, sin marcar excesivos contrastes.

Por otra parte, la perspectiva lineal se consigue a través de la arquitectura que nos conduce al punto de fuga central (encima de las cabezas de los dos filósofos) que vuelve a insistir en la idea de simetría y armonía. Para la perspectiva se inspira en Leonardo y los personajes recuerdan a Miguel Ángel que en estas fechas pintaba la Capilla Sixtina, pero la admirable composición de las figuras es el arte propio de Rafael

En los frescos de la Estancia de la Signatura del Vaticano es donde el arte de componer de Rafael alcanza su verdadera madurez y en esta estancia., La Escuela de Atenas es uno de los conjuntos más grandiosos de la pintura renacentista. La arquitectura renacentista del fresco traspone las estructuras que Bramante tenía pensadas para la Basílica de San Pedro. Unos gruesos muros reciben la enorme bóveda que enmarca las figuras de filósofos y sabios de la Grecia clásica.  Así, La Escuela de Atenas celebra la investigación racional de la verdad.

Rafael expresa también en esta obra la concepción propiamente renacentista de la obra artística entendida como discurso mental, no sólo traducido de forma visible, sino también como búsqueda de la "idea". Se ha querido ver en esta pintura una representación de las siete artes liberales. En el primer plano, a la izquierda: Gramática, Aritmética y Música, a la derecha: Geometría y Astronomía y en lo alto de la escalinata: Retórica y Dialéctica. En definitiva, una continuidad entre el conjunto del saber antiguo y moderno teniendo como protagonista al hombre.

 NURIA ANDRÉS MORENO






















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