sábado, 25 de marzo de 2017

PALACIO DE VERSALLES.

CHÂTEAU DE VERSAILLES

Versalles, 1667, Louis XIV, rey de Francia, tiene 28 años. Para apaciguar a la nobleza francesa y hacer cumplir su poder absoluto, emprende la ambiciosa construcción de un opulento palacio: Versailles.

Louis XIV es el  símbolo del absolutismo correspondiendo su reinado con el de  una  Francia  que  ha salido fortalecida de  la guerra de los 30 años y tiene la hegemonía en Europa.   Louis XIV era un estratega extraordinario y utiliza la construcción de Versalles para mantener a los nobles de París bajo su control. Convierte el famoso palacio en una “jaula dorada”, en la que les invitó a residir, pero manteniendo claramente la separación en ciertos espacios entre rey y nobleza. Por eso se dice que Louis XIV “Cambió a la nobleza las armas, por la etiqueta”.

Él mismo se identificaba como “El rey Sol”, y al igual que sobre el sol giran todos los planetas, Louis XIV hizo que alrededor de él giraran su corte, los nobles y los funcionarios del gobierno, y como centro neurálgico de todo este poder, estaba el Palacio de Versalles, símbolo europeo del absolutismo.
Fue en 1661 cuando Nicolas Fouquet, ministro de finanzas, celebra una gran fiesta en su refinado palacio de Vaux le Vicompte, a ella asistieron los más célebres literatos y artistas del siglo XVII. Fue tan magnífica esta fiesta que generó la envidia del rey Sol. Este se lo tomó como una burla a su figura, y un desafío de poder, por lo que decidió encarcelar a Fouquet poniendo como excusa la malversación de fondos públicos. Seis años más tarde, Louis XIV decide emprender la construcción de Versalles, imitando y dispuesto a superar en todos los aspectos a Vaux Le Vicompte.
Con 700 estancias, 2.513 vanos, 352 chimeneas, 67 escaleras, 483 espejos, y una superficie total de 67.121 m². El Palacio de Versalles representará el momento culminante de la arquitectura palaciega en Europa, tanto por sus dimensiones como la magnificencia de su estructura, escenificando de manera excepcional el poder del rey absoluto. 

Luis XIII ya había encargado a Philibert le Roy la construcción de un palacete en la zona de Versalles, lugar rico en caza al que acudía con frecuencia. Se trataba de una sencilla edificación dispuesta sobre una planta en forma de ULuis XIV se encariñó con el lugar y decidió transformarlo a lo largo de tres etapas. Las dos primeras ampliaciones se deben a Luis le Vau; la tercera y definitiva ampliación de Versalles, motivada por el problema de dónde alojar a las más de 20.000 personas que formaban la Corte y el Gobierno de Francia, se desarrolla entre 1678 -1715 y corresponde a Jules-Hardouin Mansart. Este construyó dos inmensas alas que empalmó perpendicularmente con las alas laterales del patio, una hacia el norte y otra hacia el sur, retranqueadas y puestas en línea con el acceso al patio. Deseaba remodelar la fachada que daba al parque para disponer un salón central pero la negativa del rey le llevará a realizar en esta zona la Galería de los Espejos, salón más representativo del palacio versallesco.
También será Mansart el encargado de diseñar la capilla real , situada  en el ala norte, como una edificación casi independiente, consta de una cabecera semicircular , tres naves y un espacio central  con dos niveles. El inferior, reservado a la corte y el nivel superior que comunica con las dependencias del rey con una columnata corintia que sostiene el dintel en el que carga la bóveda. Este es el espacio más dinámico que se asemeja al barroco italiano.
    
Sin embargo, la arquitectura barroca en Francia se diferencia de otras partes de Europa por la tendencia clásica y por seguir normas impuestas por la Academia que limita la libertad del artista: crea un arte frío, racional y caracterizado, por lo general, por la sobriedad y la armonía. Estas características son perfectamente aplicables al palacio de Versalles:

Observándolo desde el exterior, nos encontramos una monumental fachada con sillares almohadillados y dimensiones exageradas, siendo en general bastante clasicista, una de las características del diseño es la simetría del conjunto, con unos salientes para aportar ritmo y ligereza a la monotonía de tan larga fachada, y esculturas que coronan el entablamento. También, los grandes vanos que tiene para que la luz entre al interior, en total dispone de 250.
Sus pilastras son jónicas y las columnas de estilo francés creadas por Le Brun.
Se distinguen tres pisos:
  • Una base alta con sillares almohadillados que se inspira en los palacios italianos renacentistas.
  • El cuerpo intermedio, de dimensiones exageradas, se estructura a la manera que ya lo hizo el Coliseo: pilares macizos que sostienen arcos de medio punto, que a su vez están decorados por pilastras jónicas que sostienen un entablamento ornamental. Los arcos son grandes ventanales que dan luz al interior.
  • El siguiente piso, el ático, es el más bajo, con vanos rectangulares y una estructura balaustrada que lo remata a modo de crestería, que sirve de base a una decoración escultórica de jarrones y trofeos.

Es una estructura bastante sobria y clásica que da sensación de horizontalidad
La decoración interna corre también por parte de Le Brun, quien, confirió a cada uno de sus rincones el aspecto triunfal que merecía Louis XIV. Se pretendía acentuar el lujo con un derroche de materiales y objetos valiosos. Si bien todas las salas del palacio de Versalles gozan de un valor artístico incalculable, la Galería de los Espejos es la obra cumbre de Le Brun. Escoltada por dos salones, el salón de la Guerra y el de la Paz. Esta galería (de 75 metros) cuenta con un total de 17 puertas que se abren a los jardines, ubicadas frente a otros paneles que están compuestos de 357 espejos diseñados expresamente para que se reflejara la luz del sol en ellos, representando la divinidad de Louis XIV. Todo está dispuesto para crear sensaciones y sorpresas en quien la recorre: Asomarse por el lujo de todo lo que le rodea (dorados, cristalería, escultura, mármoles rojos…); admirar la vista de los jardines que se pierden en la lejanía, comprender la grandeza militar de Francia a través de las victorias de Louis XIV que se narran en bóvedas…
Las salas más importantes son las Estancias de Estado, dedicadas cada una a un planeta y a su correspondiente divinidad. De entre ellas, el salón de Apolo fue en su origen el dormitorio del rey para convertirse luego en el salón del trono.
Una de las obras maestras perdidas es la primitiva y grandiosa escalera de embajadores, que debido a su alto coste de restauración se optó por demolerla.
Por otro lado, los Aposentos de la Reina, están tal y como los dejó María Antonieta, destacando la escalera de la reina que conserva la decoración original creada por Le Brun en el S. XVIII de mármoles y trompe-l’oeil. Así mismo los gabinetes interiores, entre los que se encuentra la Meridienne, guardan todo el encanto y elegancia de los que se rodeaba la reina en su intimidad.
En la planta baja, encontramos Los aposentos del Delfín, un prodigio de finura decorativa, ornamentados con exquisitos boisieres policromados.
En el ala norte destacan la capilla palatina y la ópera que aún hoy siguen utilizándose. Mientras que, en el ala sur, el rey Luis Felipe construyó la Galería de las Batallas en la que se conmemoran todas las glorias de Francia a lo largo del paso del tiempo.

La joya de la corona en Versalles son sus jardines (abarcan 800 ha), obra maestra de Le Notre. Estos son concebidos como una extensión de las salas del propio palacio, son de estilo puramente francés y muestran el triunfo del hombre sobre la naturaleza, dominándola y obligándola a desarrollarse dónde y cómo deseaba la voluntad humana. A medida que se aleja del palacio del rey, se le va dejando mayor libertad, hasta llegar a la naturaleza salvaje en el extremo del conjunto. Dentro del parque se encuentran infinidad de fuentes, como la del Latona, la Colonnade, la de Ceres, la de los baños de Apolo… Aunque destaca en el eje central la del carro solar, que representa a Apolo en el momento de salir del océano conduciendo su carro para iluminar la tierra, en clara alusión al rey, que, de la misma, él ilumina Francia. Cuenta a su vez, con 55 estanques, los más grandes son el Gran Canal de 24 ha, y el estanque de los Suizos. Hay un total de 600 surtidores y 35 km² de canalización.
Existen así mismo dos pabellones de especial belleza, el gran Trianón y el pequeño Trianón mandados construir por Luis XIV para que pudiera mantener sus encuentros “secretos” con Madame de Montespan.

Los antecedentes a Versalles hay que buscarlos en el Renacimiento, como en El Palacio del Escorial, los palacios del Louvre y de las Tullerías, con estilo clasicista que serviría de inspiración en el palacio de Versalles posteriormente, y el palacio del Buen retiro o las villas campestres de recreo italianas, servirían seguramente de inspiración para realizar un palacio a lo grande y dándole una gran importancia al agua.
Versalles supuso un modelo arquitectónico que serviría de ejemplo posteriormente a otras partes de Europa, en España se ve un claro ejemplo con la construcción del Palacio Real de Madrid, el Palacio de la granja de Segovia, o el Palacio de Aranjuez en Madrid.

Muy pronto, el palacio y la ciudad que surgió a su alrededor se convertirán en un signo santuario de propaganda política, de manera que los embajadores extranjeros que llegaban se quedaban estupefactos ante un edificio tan espectacular, rodeado de unos impresionantes jardines con miles de hectáreas, fuentes y estanques en los que se podía incluso navegar en barca, estando éste rodeado de bosques.
Luis XIV quiso mostrar con el edificio la grandeza y el poder absoluto que representaba políticamente, así como dar una imagen hacia el exterior de la grandeza de su reinado, para cuando embajadores extranjeros llegaban al palacio y veían su grandilocuencia.
El rey, era rey porque Dios así lo quería, y esta idea se traducirá en la frase "El estado soy yo".

A escasos 20 kilómetro de París, entre extensos jardines de ensueños, se alza el más noble de los palacios de Occidente: Enriquecido por el arte y el fausto de tres siglos; admirado anualmente por cerca de tres millones de visitantes llegados de todas partes del globo, Versalles es el monumento que proclama la gloria de Francia.



Nuria Andrés Moreno

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